Desde muchos puntos de vista, musicalizar una película como Into the wild (Hacia tierras salvajes, en castellano, aunque la cinta no pasó por los cines chilenos y sólo puede encontrarse en videoclubes) era el proyecto ideal al que podía aspirar Eddie Vedder para debutar como solista. El cine le permite estructuras musicales más libres que un álbum de obligada difusión radial, pero, además, todo en este proyecto es coherente con la identidad que la voz de Pearl Jam ha ido delineando desde su irrupción a la fama con Temple of the Dog.
A favor de Vedder estaba en este proyecto la sociedad con un director políticamente consciente (Sean Penn), la base de un guión inmejorable (una investigación homónima publicada en 1996 por el periodista Jon Krakauer), la inspiración de un chico único que ha conmovido a quien sea se haya cruzado con su historia: Christopher McCandless renunció a su predecible vida como estadounidense acomodado para largarse a recorrer su país con una mochila, muy pocos dólares y la decisión de cortar todo vínculo con su estructurada y pálida familia. Lo encontraron muerto meses más tarde dentro de un bus abandonado en un parque nacional de Alaska, donde el joven (24 años) concluyó a fuerza de frío y hambre su utopía de despojo, naturalismo e introspección.
La opción sonora de Vedder para acompañar la filmación de esta aventura es la adecuada: instrumentos casi siempre acústicos, muchas guitarras, raíz country-rock y voz sentida para versos antisistémicos pero sencillos ("sociedad / apiádate de mí / ojalá no te hayas enojado / porque yo disentí"). Es el tipo de música que probablemente hubiese querido escuchar el propio McCandless durante su último viaje, y que aquí da pistas sobre su intención incidental con pasajes instrumentales que van ganando en dramatismo a medida que avanza el disco (voces que aúllan, un órgano de iglesia, un tema llamado "The wolf" que da miedo), y que así impiden perder de vista que hablamos de un chico solitario y de alma pura, que fue tomando conciencia progresiva de que nadie vendría a ayudarlo cuando más lo necesitó.
Vedder ha cometido errores en su carrera y a veces ha gritado de más, pero parece acertar plenamente con su debut solista. No es el disco definitivo para su talento expresivo, pero sí un inicio bien pulido y que no lo agobia, aún, con ningún traje definitivo de lo que se supone debe ser un ex Pearl Jam. A propósito: es mejor el libro que la película.