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Go away white

08 de Abril de 2008 | 14:30 |
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En los peldaños biográficos básicos de una banda de rock, Bauhaus acaba de inaugurar una nueva altura: la del regreso que se autodisuelve antes de producirse. Go away white, el nuevo disco de un nombre fundamental del llamado "rock gótico", es el primer disco del grupo en 25 años, pero ya sabemos que será el último. La pausa en el trayecto había comenzado con una pelea poco antes de un show en Londres, y fue rellenada de un modo sorprendente: con la conversión de Peter Murphy en nombre amable para el AOR –¿recuerdan "Cuts you up"?–, y la solidificación de sus ex compañeros en los estupendos Love & Rockets –¿ya olvidaron "I'm alive"?–. La gira "Resurrection tour", en 1998, volvió a ocupar a los Bauhaus originales en una serie de conciertos sin mayor trascendencia, pero, hace tres años, el grupo accedió a varias invitaciones para conciertos y se tentó con la posibilidad de grabar nuevas canciones.

Así lo hicieron durante el 2006, pero un incidente nunca aclarado devolvió las relaciones internas al estado de trinchera bélica. En una entrevista reciente, el bajista David J explicó la pelea de este modo metafórico: "Tienes un tubo de laboratorio. Combinas dos químicos y comienzan a burbujear. Agregas otro químico y burbujea un poco más. Viertes encima otro químico y al burbujeo violento le sigue una explosión. Ésa es mi respuesta".

Go away white sería, deducimos, el registro de cuatro sustancias en ebullición, poco antes de la explosión final. Como tal, contiene movimientos dignos de atención y agita el oído mucho más que otras predecibles reuniones de contemporáneos suyos. En momentos en que la odiosa generación emo profita con una opacidad de cartón y vampiros con mesada, Bauhaus se afirma en un sonido de auténtica oscuridad, pintado a negros brochazos entre la voz barítona de Peter Murphy, la percusión como de marcha militar, los pianos y riffs que entran y salen de melodías inasibles (la guitarra que Daniel Ash trabaja en "Undone" o "Adrenalin" llega a sangrar). La combinación es, a veces, teatral ("Endless summer of the damned", "Mirror remains"), pero nunca exagerada. A 29 años de "Bela Lugosi's dead" Bauhaus logra conquistar la meta esquiva de la frescura. Suficientes imitadores suyos hoy en actividad los han prevenido de caer en la autoparodia. Más que un álbum de sensaciones, éste es un trabajo de texturas e ideas; definitivamente cerebral. El resto son los aullidos de Murphy, concentrados en "Saved" (casi a capella), angustiados en "The dog's a vapour" y terroríficos en "Zikir". Ahí tienes a tu padre, Good Charlotte.

—Cristina Hynde