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La cantautora en acción

La destacada compositora comienza a presentar su disco Nazca, una obra que explora las posibilidades de la fusión latinoamericana. Como todos los trabajos en los que Morris ha participado, porque ella es parte de esa generación que a principios de los '90 comenzó a traer la Nueva Canción Chilena a casa tras el exilio.

10 de Abril de 2008 | 18:14 |

Elizabeth Morris pertenece a la generación que renovó la vieja Nueva Canción Chilena, sobre todo en los '90. Un grupo integrado por músicos como Francesca Ancarola, Tita Parra, Carmen Prieto, Antonio Restucci o Laura Fuentes, que devolvió el folclor preservado en el exilio a casa. Mientras Los Prisioneros sampleaban a New Order y The Clash, ellos se prestaban y estudiaban los casets de Víctor Jara, Quilapayún, Patricio Manns o Inti-Illimani. "Cuando regresé a Chile tenía dieza años y era la que más me gustaba, porque la escuchábamos en la casa de Alemania. Escuchar esa música acá en era mal visto", cuenta Morris.

Lo interesante es que cuando todos ellos crecieron y comenzaron a crear música, integraron en sus composicones elementos brasileños, jazzísticos y electrónicos como sintetizadores, convirtieno eso en fusión latinoamericana. "No es que uno lo hiciera premeditadamente, pero ocurrió. De hecho, cuando empecé a aprender a tocar guitarra me salió de forma natural. Aunque escuchara a Kiss y a Abba también".

Gracias a los cancioneros de la recordada revista La Bicicleta y la sonoteca de la Biblioteca Municipal, mientras aún estaba en el colegio, Elizabeth Morris comenzó a interconectar las distintas influencias de la música popular chilena y así, poder reinterpretarlas. "La investigación es una etapa clara. Acá hay vacíos, períodos completos que son olvidados, discos sin editar. En países como Argentina la música de raíz está integrada a la popular. Vemos a Mercedes Sosa tocar junto a Charly García, por ejemplo".

Con todo ese bagaje terminó de grabar Nazca (2008), su segunda producción tras Hacia otro mar (2002). Dice que quería estar bien segura de la calidad de las canciones, en lugar de editar todo lo que había producido en el intertanto de ambos discos. "Además me preocupa lograr un buen sonido, algo que me deje satisfecha. Con el primero no quedé tan conforme", dice. Afortundamente, Nazca quedó impecable. Titulado así debido al nacimiento de su hijo, contiene once composicones, cuatro de ellas instrumentales.

La dura vida del folclorista

-¿Por qué folclor y no otro estilo de música? Generalmente los adolescentes montan bandas de rock...

-Al crecer en otro país como Alemania, la música popular chilena era el ancla con tu país, aunque no lo conocieras. Además al llegar acá, en plena efervescencia política, era más peligroso un charango. La música de los Parra o Inti-Illimani tenía una mística que me gustaba. Me acuerdo cuando era muy chica y en Italia, antes de regresar al país toqué un piano sin saber nada. Me enamoré de la posibilidad de crear algo combinando sonidos. Ya en Chile, cuando tuve que elegir un instrumento en clase de Música y tomé la guitarra el folclor fue lo primero que me salió.

-¿Nada de clases?
-Usaba los cancioneros de la revista La Bicicleta. Después me metía en los archivos de la Biblioteca Nacional y escuchaba casest donde conocí el cajón peruano. Cuando entré a estudiar Sonido en la Universidad de Chile me sorprendió mucho un disco donde Nicomédes Santa Cruz explicaba de forma muy didáctica algunas nociones folclóricas. Fue interesante el grupo de estudiantes de sonido donde me moví, porque lograron reutilizar unos subterráneos que había en la Escuela y convertirlos en salas de ensayos.

-¿Como ves la escena folclórica comparada con los años '80 o principios de los '90?
-Igual o incluso peor. Hay menos lugares donde tocar (se lamenta). Hace poco conversaba con Antonio Restucci y él me preguntaba de donde salió la costumbre de empezar los recitales tan tarde y con todo el público curado. Es una lata que por estas cosas culturales gente como él prefiera trabajar en Barcelona. En Brasil la gente toca en la calle y acá te pueden tomar preso. Por lo menos gracias a Internet y MySpace hay un círculo de gente y hay contacto.

-Por lo menos se evita la queja de no sonar en la radio, una batalla prácticamente perdida...
-Yo he ido a reuniones donde gente de la ARCHI (Asociación de Radiodifusores de Chile) explica que la música chilena no suena en la radio porque a la gente no le gusta. Eso es mentira. Sino ni Los Jaivas, ni Illapu, ni Los Tres hubiesen vendido discos. A mí me pasó en un evento en Quilicura donde antes de mi actuación había una obra de teatro. Habrían unas tres mil personas, porque actuaba gente de la tele. Álvaro Rudolphy estaba allí, creo. Luego me tocó salir a mí. Imagínate. Sin embargo la gente se quedó y le encantó, aunque no conociera mis canciones.

-Tal vez porque en los rasgueos, la melodía o el ritmo nos reconocemos...
-Sí. Es una rememoranza que se logra. Sin embargo seguimos prefiriendo a Daddy Yanquee. No sé si es un asunto de autoestima que no valoramos nuestra producción musical o que no somos capaces para jugárnosla por una opinión. Preferimos lo que se supone nos debe gustar. Sin embargo en Europa lo chileno es muy apreciado. En Italia, por ejemplo, se forman grupos que interpretan canciones de Víctor Jarta y aprenden el "chileno" para cantarlas.

Voz y guitarra

Al escuchar Nazca y sumergirse en sus canciones de nobles armonías y excelente instrumentación uno se pregunta por qué esta música no ha encontrado aún un verdadero espacio masivo. Más allá de la escena de folcloristas, estudiosos y amantes de la música de raíz, no deja de ser curioso que las nuevas generaciones usen más el termino folk que folclor.

Como si todo se tratara de agarrar un guitarra acústica, hacer un par de arpegios y listo. Morris no desconoce la mediática irrupción de gente como Gepe, pero también es consciente que la música chilena corre el riesgo de perder continuidad. De hecho la obra de Violeta Parra está discontinuada: hay más homenajes que discos de ella en stock.

—Afortunadamente se logró esa continuidad. Aunque la percepción del folclor chileno no es como la que tienen los argentinos con la zamba por ejemplo. Allá suena en la radio y la gente la tiene integrada. Acá la recuperación de esta música tras la dictadura y su posterior trasvasije no fue directo, tuvimos que llenar los espacios dentro del folclor con otras músicas"— dice. "Tal vez por eso surgió la opción de la fusión".

-Tú eres autodidacta. ¿Crees que es fundamental tener "maestros" o "mentores" que te apoyen y traspasen experiencia durante las primeras etapas?
-Claro, pero por otra parte aprender solo te da un valor. La forma de tocar será más personal, más propia, pienso. Yo me integré al grupo Chilhué porque ellos me vieron tocar en un ensayo. Cuando Inti-Illimani regresó y dictaron unos talleres yo fui a postular porque un amigo de mi hermano me avisó que estaban haciendo audiciones. Me asustaba ver a otros llegar con sus partituras, flautas traversas y yo con mi guitarra. Toqué una de Pablo Milanés y una composición mía instrumental. Y entonces quedé.

Elizabeth Morris y su grupo se presenta este viernes 11 de abril a las 21.00 en la Sala Master, Miguel Claro 509. Entradas 3.000 y 4.000 pesos. 

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