La solista, Liza Chung, mostró grandes un notable virtuosismo y seguridad.
El MercurioSin duda fue la pianista coreana Liza Chung quien le dio el plus al cuarto concierto de la Orquesta Sinfónica de Chile, pues su versión del “Concierto para piano y orquesta N° 2 en Sol menor, Op. 22” de Camille Saint-Saëns, su participación fue de gran nivel.
El programa, donde debutaban tanto la solista, como el director Eugene Tzigane, consultó obras de Tchaikovsky y Beethoven, además del mencionado concierto de Saint-Saëns.
El joven director Tzigane, a pesar de poseer un expresivo gesto y de dominar las obras, no logró en esta ocasión los resultados esperados. Las obras que empezaron bien, se fueron desdibujando en su transcurso, en interpretación, incluso el buen sonido orquestal que se había alcanzado se perdió en varios momentos, transformándose en un sonido crudo y pesado.
El difícil y hermoso poema sinfónico “Francesca da Rimini” de Piotr Ilich Tchaikovsky, con que se inició el concierto, partió auspiciosamente con la debida tensión propia del drama, cuyo tema sale de “La Divina Comedia” de Dante. Aquí observamos un sentido expresivo, con un buen “canto” en los temas que presentan las diversas familias, destacando las frases de los chelos, y posteriormente el clarinete (brillante) y el resto de las maderas, al tiempo que se escuchaban notas sucias en los cornos y los balances se desdibujaron. Desde allí hasta el final, la versión se tornó rutinaria, sin lograr el tono emocional que posee.
La sólida técnica de Liza Chung quedó en evidencia en su interpretación del Concierto de Saint-Saëns, a pesar de que en el primer movimiento, el director no pudo encontrar la vía de acompañamiento justa, pues las frases orquestales resultaron desconectadas de la solista.
Pero en los dos movimientos finales todo fue coherencia, siendo la respuesta orquestal de gran musicalidad y hermoso sonido. En el segundo “Allegro” se percibieron con claridad los fraseos y los conceptos dinámicos en un ambiente de gran expresividad, mientras que la solista mostraba un notable virtuosismo y seguridad.
La impresionante digitación de Liza Chung, fue palpable en la vertiginosa parte final del concierto “Presto”, donde solista y orquesta, guiada por el director, fueron una verdadera máquina perfecta. Cada inflexión de la solista era respondida coherentemente por la orquesta. De esta forma llegaron, y en una potente progresión, al poderoso final.
Ante los interminables aplausos, Liza Chung, respondió con un Vals de Chopin, tocado sensiblemente.
La interpretación de la “Sinfonía N° 4 en Si bemol, Op. 60” de Ludwig van Beethoven, se inició con hermoso sonido en la introducción lenta, después, y tal vez debido a la gran velocidad con que se tomó la parte central, aparecieron las frases duras, y algunas leves descoordinaciones, mientras que los balances se descuidaron.
En el “Adagio” que le sigue, encontramos momentos muy logrados en las partes piano, así como descuido en el manejo de los forte. El “Minuetto” fue más bien rutinario, con un logrado “trío” en la parte central.
En el final “Allegro ma non troppo” el brillo de los forte se acompañó de una cierta dureza, pero en contraste, toda la sección final gozó de un cuidado uso de los balances y gran precisión.
Pensamos que el director Tzigane, aún no logra conectarse bien con la orquesta, lo que le ha impedido conseguir los resultados esperados, creemos que su entusiasmo joven le traiciona, al momento de dar los remates finales a las obras. Sobre todo cuidando del buen sonido instrumental.