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De Peñalolén sin fronteras

Acaban de editar su segundo disco, pero suman dieciséis años como grupo desde sus inicios en la comuna capitalina de Peñalolén. Amaru empezó en la música andina, pero hoy dedican Patria grande a Latinoamérica entera. "La música hace rato que acabó con las fronteras", dicen.

21 de Abril de 2008 | 13:49 |
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Patria grande se llama el reciente disco de Amaru.

Foto: Alejandro Stuart.

No ha habido apuros en la historia de Amaru. Este grupo de raíces latinoamericanas grabó su primer disco en 2006 gracias a su trabajo previo con el ecuatoriano Max Berrú, uno de los integrantes emblemáticos de Inti-Illimani, pero para entonces ya llevaban catorce años juntos desde la fundación del conjunto, en 1992 y en la comuna santiaguina de Peñalolén.

-Catorce años. Hay que estar muy convencido para hacer eso -dice Raúl Céspedes, director del grupo, que en todo caso no se demoró otros catorce años en un disco nuevo. Amaru acaba de presentar Patria grande, su segundo álbum para el sello Alerce, donde conviven Neruda y Víctor Jara con los uruguayos Mario Benedetti y Leo Maslíah y con canciones de México, Ecuador y Perú como el landó afroperuano "No Valentín", que ya tiene un video protagonizado por el actor Luis Dubó y filmado en los barrios de la propia Peñalolén.

-Con este disco se viene a cerrar ese ciclo de la historia de Amaru -considera Gonzalo Vargas, uno de los integrantes fundadores del grupo. Patria grande se remonta a su vez a la historia musical chilena al incluir en "1907", un tributo al año de la matanza de Santa María de Iquique, a Julio Rojas, autor de los textos de cantatas históricas de comienzos de los años '70 como el Canto al programa (de Inti-Illimani con música de Luis Advis y Sergio Ortega) y el Oratorio de los trabajadores, de Huamarí.

-Amaru nació un poco más ligado a la música andina y después se fue latinoamericanizando -explica Céspedes, y ese origen se oye en "Corazón al viento", un takirari que estos músicos ya tocaban en 1990 y que hoy se escucha actualizado con un homenaje al activista mapuche Matías Catrileo, muerto este año en un enfrentamiento con la policía en la Región de la Araucanía-. Decidimos homenajear a su memoria con un título que representa un poco lo que él era, con el "Corazón al viento". El takirari es el ritmo del amor, y también el amor puede ser a tu tierra, a tu origen y tu identidad. Más encima si sentimos que formamos parte lo que hicieron los Quila, los Inti y un montón de gente, no podemos estar ajenos a eso.

-¿Cómo les llegó la música andina al comienzo?
-En Peñalolén, a principios de los '90, cuando se recupera esta seudo democracia después de la dictadura, se empezó a respirar un aire distinto en las calles, en los pasajes de Peñalolén mismo -recuerda Gonzalo Vargas-. En una esquina veías a alguien tocando charango con otro tipo tocando una quena, estaba el Arak Pacha, el Illapu, un poco Inti-Illimani y Quilapayún. Había toda una inspiración en eso, más que nada Nueva Canción Chilena y también música andina.

-¿Sienten una conexión con grupos históricos como Illapu, Kollahuara y los mismos que grabaron en Alerce en los '70, como Kamak Pacha Inti? ¿O Amaru es de una generación distinta?
-Está ese vínculo en el nacimiento del grupo, pero con el tiempo fuimos explorando otras cosas -dice Céspedes-. Lo que queda en Amaru son tintes andinos, la manera de tocar el charango o de soplar las quenas, las zampoñas, pero la música ha cambiado.

-Aparte es una característica de la música chilena -agrega Vargas-. Es bien raro encontrar a un ecuatoriano tocando una cueca o a un peruano tocando un rin chilote. Más bien los chilenos nos abrimos a Latinoamérica, y de todas manera va impresa la idiosincrasia chilena al tomar un ritmo mexicano o peruano. Como la Violeta (Parra), que se acompañaba en sus canciones con cuatro, y no tocaba joropos ni merengues venezolanos. Tenía mucho de instintivo.

-¿El compromiso político es tan importante como la música para el grupo?
-No concebimos el hacer música si no viene de algún lado. No creemos en la imparcialidad de informar algo. Lo hacemos desde donde somos, de Peñalolén, y de todo lo que Peñalolén tiene, la Villa Grimaldi… -expica Céspedes: las fotos del primer disco (Amaru, 2006) están tomadas de hecho en el actual Parque por la Paz Villa Grimaldi, emplazado en el lugar donde funcionó ese centro de tortura de la Dina en dictadura.

-De ahí el nombre de Patria grande, que es una clara alusión al sueño bolivariano -agrega Vargas-, y a partir de un hecho bien concreto y reciente: el conflicto ecuatoriano-colombiano, que en la Cumbre de Río se logró entre latinoamericanos resolver el problema sin necesidad de reyes ni de imperialistas.

-Ése es otro rasgo de la Nueva Canción, que era una canción militante, literalmente. ¿En Amaru también hay una militancia concreta?
-No, de nosotros ninguno milita… -dice Céspedas-. Tal vez cuando inventemos un partido más de izquierda todavía (risas). Sí intentamos tener ideas, tener una opinión. Nosotros crecimos en esa generación de los '90, del "no estoy ni ahí", donde no pasó nada, fue una década perdida, horrible. Eso siempre nos tuvo chatos. Intentamos decir realidades que es difícil que se reflejen en otras cosas.

-¿No les frustra que estos mensajes no tengan más llegada, que lo masivo sea otra cosa en Chile?
-Más que nada aprovechamos estos medios que tenemos para expresar nuestra molestia -dice Vargas-, por ejemplo con estos gobierno que van al extranjero, disculpando la expresión, a lamer botas y no a tener una postura común con nuestros hermanos latinoamericanos, y eso extá expresado en el disco.

-Además por eso el título (del disco) -concluye Céspedes-. La música hace rato que acabó con las fronteras. En el sur de Chile se baila chamamé, más acá les gustan las rancheras, nosotros bailamos cumbia y somos bastante más unidos de lo que dicen que somos.
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