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La uruguaya-israelí Giséle Ben-Dor, una de las pocas directoras orquestales en el mundo, logró un gran éxito en su debut en Chile con su fuerza, musicalidad y memoria. Todo un suceso.

25 de Abril de 2008 | 11:07 |
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Giséle Ben-Dor con la presencia y la propiedad que la ha llevado a ser aplaudida en gran parte del mundo.

El Mercurio

En la actualidad es una de las pocas directoras de orquesta que existen en el mundo. Posee un interesante currículo que le ha llevado a los más diversos escenarios y con mucho éxito. Estos antecedentes generaron grandes expectativas ante el debut de Giséle Ben-Dor, la directora uruguaya-israelí, al frente de la Orquesta Filarmónica de Santiago.

Ella y la orquesta enfrentaron un programa que consultó exclusivamente obras de autores latinoamericanos. Su presentación fue recibida con gran entusiasmo tano por el numeroso público como por la orquesta. Éxito que logró por su carisma como directora y por la seriedad con que enfrentó el complejo programa.

Giséle tiene un gesto claro y enérgico que le permite frasear musicalmente. Cuida de los balances sonoros, consigue progresiones muy claras, enfatiza lo importante por sobre lo accesorio.

El programa se abrió con el comentario sinfónico “La Muerte de Alsino”, basado en el poema homónimo de Pedro Prado. La versión se distinguió por una transparencia que permitió entender las claves programáticas, las que se encuentran ancladas en un impresionismo que avanza a momentos hasta sonoridades casi wagnerianas o post románticas.

La pulcra dirección sacó a luz los ejes melódicos importantes, tanto como los contrastes de todo tipo que se encuentran en la partitura, otorgándole a la versión una tensión muy atrayente. La respuesta de la orquesta fue atenta y con hermoso sonido.

El arpa también suena fuerte

Creemos que fue una primera audición en Chile esta la presentación del “Concierto para Arpa y orquesta” Op. 25 del argentino Alberto Ginastera, el que fue interpretado estupendamente por el arpa solista de la orquesta, Eric Groenestein-Hendriks.

El concierto, muy representativo del estilo de su autor, combina muy bien las secciones rítmicas, de fuerte raigambre folclórica, con aquéllas en las que se mezclan los atonalismos o bien las secciones elegíacas.

Ginastera no sólo utiliza el arpa de la forma tradicional. También usa la caja como elemento de percusión. En el primer movimiento encontramos la fuerza obsesiva de ostinatos rítmicos, con una sección rapsódica en el arpa que le otorga gran equilibrio.

En el segundo, de carácter elegíaco, la pulcra digitación del solista se pasea por un sinnúmero de contrastes que crearon una mágica tensión, mientras la orquesta acompañaba de una manera fantasmal.

El tercero, con su carácter de danza rítmica, funde al solista con la orquesta en diálogos de gran expresividad, donde tanto Groenestein-Hendriks como la orquesta, muy bien guiada por Giséle, rivalizaron en perfección. Los interminables aplausos obligaron al notable solista a ofrecer dos encore, primero una obra de raíz folclórica de C. Salcedo y posteriormente un arreglo del “Claro de Luna” de Debussy, que dejaron de manifiesto la calidad musical del solista.

Luego, un octeto de chelos acompañó a Patricia Cifuentes en “Bachianas Brasileiras” N° 5 de Heitor Villa-Lobos, en una versión de entrañable musicalidad y sensualidad. El hermoso timbre de la soprano se paseó con prestancia por las grandes dificultades de la obra. Quisiéramos destacar el fragmento en “boca chiusa” del “aria”, y la gracia notable de la “danza”. Éste fue un gran logro tanto de la soprano como de la ajustada dirección.

El plato de fondo fue la “Suite del Ballet Estancia” también de Ginastera, que condujo de memoria Giséle Ben-Dor. En esta obra, la directora mostró toda su potencialidad, consiguiendo de los músicos un alto rendimiento en lo sonoro y en musicalidad. Las ovaciones obligaron a repetir el “Malambo”, que es la parte final de la suite, en el cierre del exitoso debut de Giséle Ben-Dor frente a Orquesta Filarmónica de Santiago.