SANTIAGO.- "¡Ana, Ana!, ¡Viste a Edmundo! ¿Es muy chico?”, grita una rubia oxigenada en la fila del casting de “Amor Ciego 2”. “Bueno, no importa si es más chico que yo, igual ta’ rico”, reflexiona con la seguridad propia de una colegiala.
Son las 10:00 de la mañana en el Mall Plaza Vespucio. “Edmundo”, el amor de Carolina Bastías, acaba de llegar en auto y, aunque sólo se le ve unos segundos, enciende los apagados ánimos en el centro comercial.
Hace dos horas que empezó el casting para la segunda parte del dating show de Canal 13, que volvió a convertir en un fenómeno el gastado formato de los realities locales. Pero no hay más de 300 personas esperando por una oportunidad. Son tan pocas, que se confunden con los estudiantes de una universidad que aprovecharon las cámaras para protestar.
Postulante desesperada: "No quiero sufrir más"
Yo estoy acá por trabajo. Y de inmediato se nota que son contados con los dedos los que vienen realmente con la esperanza de encontrar a su media naranja. Fama es la palabra más repetida en la fila.
No ocurre así con Camila Méndez, una auxiliar de vuelo algo maciza de 20 años. Ella fue una de las primeras en llegar al casting, antes de las 7:00 horas, cuando el frío hacía doler hasta los dientes.
"No quiero sufrir más", decía con la voz algo quebrada. "Yo vine a buscar un amor de verdad, porque he sufrido mucho desde los 12 años con amores malos. Confío en encontrar un hombre humilde, como Edmundo".
En tanto, mis compañeros de fila, cuatro engominados que se hicieron amigos durante la mañana, ya se imaginan dentro del programa. Un productor diría que, a su lado, los feos de “Amor Ciego” se parecen a Brad Pitt y George Clooney.
Se animan con frases como: "Loco, si Edmundo no era nadie. Hablaba así, con voz de pito, pi-pi-pi, y no sabía ni jugar a la pelota. Pero igual ganó. Hay que jugársela nomás".
"Es pura actitud", agrega seguro un "chico emo" de tez morena y pelos verdes, que no es gay, aclara, sino que uno de los pocos “heteros” que hay en Santiago de su tribu urbana. “Me la voy a jugar al 100 % para ser famoso. Ojalá que en la tele no me confundan con un pokemon, como el que salía en el programa. Voy a reemplazarlo”.
Yo pienso en otra cosa por ahora. ¿Qué voy a hacer en los 30 segundos que me dará la producción de ‘Amor Ciego’ para hacer alguna gracia? En eso estoy cuando se me acerca un fotógrafo, que me reconoce. “Tan necesitao estás, flaco”, dice, mirándome con lástima y a punto de presentarme a su prima para que no me siga humillando.
En eso, suena el celular. Es un amigo. Le cuento que estoy en el casting. “Ha-ha-ha. Que estai haciendo ahí. Loser. Loser. Te vamos a hueviar todo el año”.
Cuando le voy a responder, un griterío de hombres y mujeres acalla mi defensa. Es Edmundo, que aparece con una guitarra y habla al micrófono.
"Chicos, aprovechen sus 30 segundos. Nunca se sabe lo que puede pasar”, filosofa, como si le estuviera hablando a "Cari". Y luego de confesar que él es a la única persona desafinada que le piden que cante, se lanza con su “Eres todo lo que pedía...”, que suena como clavos dentro de una lavadora. "Parece que está resfriado", dicen sus fans.
Esa fue la última prueba antes de ser examinados por un jurado en una de las carpas blancas armadas para el test. Al pasar por ellas, se escucha a los postulantes contando chistes, bailando o haciendo sonidos nasales.
¿Cuál es su gracia?
Diez somos los candidatos al amor de alguna “Cari” en la carpa diez. El primero de mi grupo, dice que es bailarín y que cree que él es la persona que necesitan para la segunda parte del programa. Demuestra su habilidad con extraños pasos de baile que no entusiasman a nadie.
Le sigue un chico que trabaja en la feria. “¡Vendo repollos!, ¡zapallos! A las ricas zanahoria y el matico”, recita antes de dar las gracias por la oportunidad.
Su perfomace de feriante me desconcierta. Es mi turno y me asalta el pánico. Se me olvida lo que iba a decir. Improviso. “Bueno, yo vengo a buscar una nueva oportunidad en el amor. Mi mejor amigo me quitó a mi novia de tres años, que se llevó todo, y creo que en este reality puedo empezar una nueva relación. Gracias”.
Las tres mujeres del jurado me miran sin expresar nada, mientras rayan un papel. Que siga el 01098, piden. Es un imitador del imitador Stefan Kramer, que parodia a Kiké Morandé tan bien, que todos nos reímos. Es el que queda seleccionado de nuestro grupo.
Al resto, nos invitan a salir por una puerta lateral, al lado de los baños químicos. Edmundo se escucha por los altoparlantes otra vez. No quiero escucharlo. Nunca más.