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Nazca

03 de Mayo de 2008 | 19:37 |

Tiene nombre y apellido en inglés absoluto, pero así de absoluta es también la aclaración que hace con su música. Elizabeth Morris es una de las nuevas autoras chilenas que han ido en los últimos diez años al encuentro del folclor latinoamericano, y es también parte de una generación que se maneja igual de bien con dos expresiones posibles de ese encuentro: la raíz y la fusión.

Nazca es recién su segundo disco porque, aunque prolífica, en este tiempo ella también ha esparcido canciones suyas para compañeras como Magdalena Matthey, Francesca Ancarola, Carmen Prieto o Clarita Parra. Pero aquí vuelve a tomar el timón propio como ya hizo en su debut, Hacia otro mar (2002), para confirmar su buen rumbo. Los rasgos latinoamericanos son la primera evidencia. Los instrumentos, todos acústicos, son un paisaje en sí mismo. Y cinco canciones seguidas aquí están escritas en el compás de tres tiempos más propio del continente, entre tonadas, la inspiración andina de "Canción de aire y agua" y algún predominio de ritmos caribeños.

Es la materia prima. Otra cosa es lo que ella hace con esos elementos. Hace maravillas. En los acordes y modulaciones de estas composiciones está el buen trato constante que Elizabeth Morris da a las armonías. Y si se trata de remontarse a las raíces, no es sólo cuestión de cantar una canción de Violeta Parra, por ejemplo, que de hecho ella lo hace en "Adiós que se va Segundo", ni de escribir un nuevo arreglo y emocionar con la sustitución de acordes de esa canción, que también lo hace al transformar esa cueca en una tonada contemporánea. Es tener esas raíces incorporadas en la música tal vez de un modo hasta inconsciente, cuando en una canción propia como "La barca emplumada" está encerrado el fraseo de "Corazón maldito", de la misma Violeta Parra, en otro pulso. La raíz va por dentro.

Autora, compositora, arregladora, cantante, instrumentista múltiple, Elizabeth Morris está entre los músicos más completos de su tiempo. Aquí muestra además dos temas instrumentales y una novedad de Nazca es que pone a conversar los instrumentos folclóricos con violines, violas y cellos. Su voz sigue siendo suave. No tiene que subirla para sonar fuerte entre sus contemporáneos ni para ganar su espacio en la continuación más consciente de la Nueva Canción Chilena. Violeta Parra, los Inti-Illimani más instrumentales, José Seves, Pedro Villagra: toda esa genealogía va apareciendo aquí de su mano.