La música de Los Jaivas en vivo se mezcla con los movimientos de los bailarines del Banch, en el escenario del Teatro de la Universidad de Chile.
BanchSANTIAGO.- Estamos totalmente de acuerdo con Gigi Caciuleanu, coreógrafo y director del Ballet Nacional Chileno, al definir "París-Santiago" como "un viaje coreográfico". Pues se trata de eso, de un viaje con múltiples lecturas, tanto las creadas por Caciuleanu como aquellas que puedan hacer los espectadores.
Este espectáculo fue ideado teniendo como base la música de Los Jaivas, quienes interpretan su música en vivo. No es extraña, entonces, la gran convocatoria de público que produce.
La compañía exhibe un excelente estado técnico, acompañado de una disciplina ejemplar. Otro detalle no menor está referido a que casi todos los bailarines tienen la oportunidad de dúos o solos, lo que les exige mucho, pero responden con excelencia.
La puesta escenográfica es de Dan Mastacan, quien logra espacios limpios para la danza. Al mismo tiempo da relevancia al escenario donde actúan Los Jaivas y a elementos que entran y salen: un globo aerostático, un racimo de luces, y alguna pelota y lienzos de colores.
La iluminación es de Mastacan, con realización de Esteban Sánchez, pero adolece de contrastes que pudieron haberla enriquecido. El vestuario de Alberto García no sólo es funcional, es bastante hermoso y hasta con toques de humor. La alusión parisina dada por el pintor René Olivares, quien durante todo el desarrollo inicia y termina un cuadro, se transforma en otro acierto.
Durante el desarrollo de las 18 canciones que estructuran la coreografía se encuentran todo tipo de temas, desde los románticos hasta los jubilosos y humorísticos. Para todos ellos Caciuleanu encontró los bailarines precisos, tanto en agilidad como en destreza y fuerza física. Del mismo modo, durante las escenas que requerían del despliegue de la compañía, ésta demostró absoluta disciplina y perfección, incluso en aquellas partes que a primera vista pudiera resultar caóticas.
Los breves interludios de música francesa grabada entregan el equilibrio en un repertorio que, por sus características, puede resultar un tanto parejo. Entre ellos, resulta muy gracioso aquél en que una circunspecta dama pasea y habla con un perrito mecánico.
Toda la primera parte de un espectáculo sin interrupción es arrebatadora. En ella los bailarines demuestran los más diversos estados emocionales. Luego la tensión decae, dado que en lo musical no existen mayores novedades.
Los Jaivas son un verdadero mito, son parte de la historia musical de nuestro país. Y en su andar han pasado desde el folclor hasta el rock. Su desempeño instrumental es del mayor nivel, sobre todo en los teclados. Son músicos capaces de tocar gran cantidad de instrumentos, los que en algún caso, por razones de amplificación, no se escucharon, particularmente el violín y charango. En otros momentos, lograron magia, como en la mezcla de instrumentación tradicional y mapuche.
No obstante, no podemos dejar de señalar algunos problemas de afinación en las flautas y en la voz solista, en cuyo caso fue muy ostensible.
La euforia del público obligó a repetir una de las partes. Finalmente subieron al escenario a algunos asistentes, para bailar con miembros de la compañía. Sin duda una fiesta, para la danza y la música, en el Teatro de la Universidad de Chile.