Jeff Manookian, el director norteamericano, se tomó en serio aquello del espectáculo visual de la música.
ArchivoMuy contentos deben estar los organizadores de las temporadas del Centro de Extensión de la Universidad de Chile, pues en los dos últimos conciertos de la Orquesta Sinfónica de Chile, como en las funciones del Ballet Nacional, el teatro se ha visto desbordado de público.
Asimismo es muy interesante el hecho de que a estos espectáculos se esté incorporando un público nuevo, que llega simplemente atraido por la programación y que luego tal vez sienta la curiosidad de escuchar a la orquesta o ver al ballet en otros programas más tradicionales.
El concierto que comentamos estuvo dedicado a música para el cine, con fragmentos de partituras escritas para algunos famosos filmes. Su característica principal es una cierta uniformidad, pues se trata de música incidental para determinadas escenas, con numerosos “clímax”, así como finales un tanto melosos. Del mismo modo encontramos disparidad en el oficio de sus compositores, por lo que queda al descubierto la fragilidad de alguna de ellas al estar fuera de su rol específico que es acompañar escenas.
La Orquesta Sinfónica de Chile rindió en gran forma. Tuvo un hermoso sonido y una destacada participación de varios de sus instrumentistas en partes a solo, todo bajo la dirección del norteamericano Jeff Manookian, un director bastante particular, que parece sentirse muy cómodo con esta música. Además, busca un poco show; por sus entradas teatrales, como hacer saludar a la orquesta y sus solistas ante cada aplauso del público.
En cuanto a la dirección, Manookian posee un gesto claro, pero tiene una tendencia a tocar todo desde el mezzo forte, hasta el fortissimo, con pocas sutilezas de fraseo, si bien sus manos parecieran indicar lo contrario.
Imágenes sónicas
Howard Shore escribió la música para “El Señor de los Anillos”, una partitura muy plana y sin exigencias, que no resiste su presentación en concierto por su poco interés musical. Hans Zimmer, autor de la banda sonora de “Gladiador”, no oculta la influencia de Katchaturiam y Holst, en su despliegue de ostinatos melódicos y rítmicos, con fuerte uso de la percusión, su partitura resulta más interesante.
La primera parte finalizó con la obra de mayor interés musical de la noche. Se trata de la música escrita para “Drácula”, por el compositor polaco Wojciech Kilar. Es lejos la de mejor factura, con progresiones, contrastes y un inteligente uso de las tensiones en una excelente orquestación que destaca el misterio y la pasión a través de su mezcla melódica. Su fuerza cautivó al público, que la ovacionó al finalizar.
En la parte final de esta obra cantó la Camerata Vocal del Universidad de Chile (dirigida por Juan Pablo Villarroel), con el oficio y calidad que le conocemos. Aquí nos surge una pregunta: ¿cómo es posible que este conjunto haya sido programado sólo para esta oportunidad en una temporada de 28 conciertos?. Creemos que es un desperdicio, para un conjunto de su calidad.
El director Manookian oficia además de compositor, y en la segunda parte se escuchó una obra suya. Se trata de “Nexus”, obra efectista con influencia de una gran cantidad de compositores, de carácter programático, que parece un ejercicio de orquestación, pues cada familia tiene momentos de lucimiento.
La gran mayoría del público mantuvo en la memoria la música que John Williams escribió para la saga “La Guerra de la Galaxias”, por lo que los primeros compases fueron recibidos expectantes. Williams es dueño de un oficio notable para crear obras que quedan en el inconciente colectivo, y generalmente obliga a los bronces a un importante desempeño. Ahora sólo podemos alabar el profesionalismo y hermoso sonido de esta familia de la orquesta.