Ismael Serrano piensa en un mundo mejor.
El MercurioIsmael Serrano portaestandarte de voz de recambio en la canción comprometida y de vuelo poético. Es el tipo de propuesta musical que clama por un mundo más justo, y que se vale de apenas una guitarra y acompañamiento recatado para emitir su señal. En su última visita a Chile su mensaje sólo consiguió llenar a medias el Arena Santiago, para un concierto que evidenció cambios en la propuesta del español.
Serrano, acostumbrado a la circunspección, está decidido a interactuar con sus músicos para aligerar su discursivo espectáculo. Entre diálogos y bromas con el percusionista (y también cantautor) Javier Bergia, Serrano interpretó apenas siete canciones -"Caperucita" y "Vine del norte" entre las más aplaudidas-, durante la primera hora de concierto.
Si no estaba de bromas con Bergia, hablaba de Peumayén ("lugar soñado" en mapuche), el muelle imaginario propuesto por la escenografía, similar al que Joaquín Sabina presentó en su última visita. La frescura para dialogar e introducir canciones sigue sin encontrar reflejo en la música de Ismael Serrano. Su obra carece de matices. Palabras bienintencionadas prisioneras de ramplonería melódica y rítmica.