EMOLTV

"Me interesan la piel y el microchip al mismo tiempo"

El cantante uruguayo, uno de los autores de primera línea del continente en los últimos años, vuelve a Chile para presentar este viernes su disco, Cara B, sólo con una guitarra. Y para probar su premisa. "Diluir los límites del escenario: ésa es la idea", dice.

29 de Mayo de 2008 | 11:41 |

Jorge Drexler saca la cuenta de que su anterior actuación en el santiaguino Teatro Caupolicán deber ser uno de los conciertos más subidos a YouTube de los que ha dado. Y a ese mismo lugar vuelve este viernes, en una doble coincidencia: su visita coincide con su más reciente disco, Cara B (2008), y Cara B coincide con lo que está tocando, porque es un disco grabado en vivo, en siete conciertos en Cataluña.

-Es curioso porque es el show en directo de un disco que está basado en un show en directo. Como un juego de doble espejo -dice el músico uruguayo, que ya está en Chile-. El show que llevamos a Santiago está basado en las mismas premisas que el disco, pero el gran desafío para mí es ir al Caupolicán solo con una guitarra, a domar ese dragón de varios miles de cabezas.

-¿De qué te acuerdas de ese concierto?
-Lo recuerdo, y te lo puede decir cualquiera de los integrantes de la banda, como uno de los más lindos de los casi cien conciertos que llevamos desde que salió Segundos -dice, y alude a 12 segundos de oscuridad (2007), el más reciente de sus nueve discos: La luz que sabe robar (1992), Radar (1994), Vaivén (1996), Llueve (1998), Frontera (1999), Sea (2001), Eco (2004) y los propios 12 segundos de oscuridad (2006) y Cara B (2008).

-Tengo una curiosidad enorme por ver cómo se maneja esa intensidad con una guitarra solo. Va a haber dos técnicos disparando sonidos, trabajando la parte sonora conmigo y subirán en una o dos canciones al escenario, pero en el 99,9 por ciento es un show solista. La idea es justo probar ese formato en sitios grandes.

-¿Ya lo has hecho, cómo funciona?
-Me encanta. La gente piensa automáticamente que hay una mayor comunión con la audiencia en lugares pequeños. En realidad, igual que en muchos otros aspectos artísticos y biológicos, importa más lo cualitativo que lo cuantitativo. Yo no juzgo los discos por la cantidad de personas que los compran, ni un programa de radio por la audiencia que tenga, ni un libro por sus ventas. Hay cosas como los Beatles, que son de enorme difusión mundial y me encantan, y hay cosas de enorme difusión mundial que me parecen espantosas. Igual pasa con los escenarios.

El calor del error

-¿Por qué elegiste los conciertos de Barcelona para el disco?
-Por la homogeneidad de esos siete conciertos en diez días, todos alrededor de la misma ciudad. Como involucraba grabar en vivo y reproducir al público, y traer sonidos de esa tarde en la ciudad para el show, necesitamos mucho ensayo y error. De hecho hubo mucho más error que ensayo. Tú piensa que el público entra a la sala y tiene seis micrófonos que lo graban. El primer aplauso se graba y se reproduce de inmediato en los altavoces, con una serie de programas informáticos que se usan habitualmente para hacer música electrónica, como Live y Reason. Es una idea que tenía hace tiempo. Y tengo dos técnicos de sonido encargados de eso: uno graba, el otro reproduce, están conectados por USB y se pasan los archivos uno al otro. Es lindo de ver.

-¿Es una innovación a partir de la tecnología?
-Sí, pero la tecnología es una herramienta. Lo más interesante es usar el potencial emocional de un coro de varios cientos de personas que está ahí, y que tiene la gran ventaja entre otras que no cobra –sonríe–. Paga, inclusive, lo cual para mí es un privilegio muy grande. Siempre me ha interesado la piel y el microchip al mismo tiempo. Usar la tecnología no para enfriar sino para aumentar el calor. Yo creo que es un disco muy caliente, a pesar de que es muy tecnológico. Es imperfecto, con el calor del error y de lo imprevisto.

-¿Cómo recoge el público esa proposición?
-Se sienten parte integral del espectáculo, que es la idea central: diluir los límites del escenario y llevarlos al patio de butacas. El escenario se diluye dentro del teatro, y el teatro se diluye dentro de la ciudad. Ésa es la idea del disco. Entonces los sonidos de la ciudad también son integrados: teníamos un micrófono en la calle, grabamos una banda de música callejera, unas bicicletas que pasaron por el barrio del Borne, unas campanas de iglesia, un tren, todo de camino al lugar, la puerta del hotel al cerrarse. Todo. Fue un recorrido sonoro de una gira.

Todo es canción

Las actuaciones del disco también serán destinadas a un inminente documental, "Marsonora". Y entre el repertorio hay tres canciones nuevas de Drexler: "Dove sei", en italiano y castellano; "Gracias", compuesta para Omara Portundo, y una canción que escribió a partir del informe médico que recibió después de quebrarse un pie durante un concierto en Bilbao, en mayo de 2007.

-Si se puede considerar una canción -dice-. Que yo creo que sí: el género canción da para culquier cosa. De hecho históricamente la canción surge como un método de memotecnia, para memorizar. Muchos textos sagrados, el Pentateuco y creo que el Corán también, antes de ser escritos eran memorizados, y para ser memorizados eran cantados. Y si puede servir para aprender leyes o historia, cómo no va a acompañar una historia clínica.

-Un repertorio es como un ser vivo, dice en tus apuntes del CD. ¿Esa es otra razón para transformar tus canciones?
-Sí. Mis discos son muy orquestados en general, la guitarra y la voz son un elemento más. Al momento de versionar (hacer nuevas versiones) sólo con guitarra y voz se parece quizás más a cómo fue escrita. Por eso se llama Cara B: es mostrar la parte no visible del proyecto. Este trabajo me hace enormemente feliz, aparte de que me permite ganarme la vida, porque puedo experimentar, jugar, no tengo ataduras más allá de mis propias limitaciones como artista. Tengo la libertad para cometer todos los errores y eventuales aciertos que pueda. Me aburre repetir como un autómata.

-Eso también dicen tus notas: "Una verdad repetida mecánicamente se vuelve una mentira". ¿Es una forma de estar en guardia frente a eso?
-En guardia es la palabra. El estado de alerta. Reaccionar como un autómata es el peor enemigo de un show. El piloto automático como dice ahí el texto es el depredador del escenario.

Lo que duele un escafoides

-¿Qué tan peligroso puede resultar un escenario, además? ¿Cómo te quebraste un pie en ese concierto el año pasado?
-Fue en un momento de mucho estrés y, digamos, se me cruzó una caja que pensé que era de cartón. Y era de metal.

-¿Qué, le diste un patada?
-Le di una patada. En su momento la versión oficial es que me había atropellado con una grúa, pero bueno, a esta altura ya importa poco. Hubo un error técnico muy grave, yo venía de una ansiedad de conciertos muy grande y salí un rato como para descargar la bronca y le pegué una patada a algo que resultó ser de metal. En la primer canción del concierto. Hice todo el concierto con la pierna quebrada.

-¿Sedado, al menos? ¿Inyectado, como los futbolistas?
-Lamentablemente no, con toda la fama que tenemos de inyectarnos cosas los músicos -se ríe-. No, porque uno no lleva un traumatólogo en un concierto, es en lo último que piensa, ¿no? Aparte yo hice medicina, entonces entré al escenario y cuando fui a pisar un pedal y vi que el pie no me respondía llamé a un backline (asistente) y le dije "traeme una silla que me he quebrado el pie". Hice el show sentado, con mucho dolor. Fue el show más desagradable de mi vida. De ahí no fui siquiera al camerino. En volandas me llevaron del escenario al hospital. 

-Un recuerdo imborrable.
-Imborrable porque tengo las radiografías ahí. Y tengo una cicatriz en el escafoides derecho que no se borrará. 
EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?