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E=MC²

05 de Junio de 2008 | 19:33 |
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De manera mucho más marcada que en la masculina, la monarquía femenina del pop ha tenido bastantes candidatas para completar los diversos casilleros ubicados debajo del de la reina (usted ya sabe). Mujeres de menos de 20 y más de 30, que han probado con diversas fórmulas para mantener o mejorar su posición en esa realeza, con disímiles resultados. El non plus ultra de ello está en la mismísima monarca. Progresivamente, Madonna ha abandonado su ubicación en la proa del pop, para dedicarse simplemente a seguir las tendencias que más rentan: de la electrónica a las guitarras electroacústicas, del dance a las vertientes maquinales del rhythm & blues.

Mariah Carey, en tanto, se ha ubicado justamente en la vereda contraria. Tras instalarse como una evidente amenaza para la reina a principios de los '90, la cantante pasó a formar parte del elenco estable de la realeza, algo distante de la primera línea global, y siempre fiel a su enfoque del pop, derivado de esa tan norteamericana mezcla de R&B con toques hip-hop y algo de gospel. Unos márgenes de los que sólo se ha salido para incursionar en la más tradicional balada anglo.

¿Coherencia o estancamiento? Esas lecturas poco deben importar en alguien que debe sentirse satisfecha con el fuerte arraigo logrado en un importante mercado específico (Estados Unidos), más aun cuando los vaivenes de la música popular la dejaron en inmejorable posición para asaltar de nuevo el mercado global. ¿Por qué? Porque es precisamente su fórmula la que más altos tiene los bonos hoy por hoy; la fuente de la que todos quieren beber.

E=MC² –un nombre que no invita demasiado a comprar un disco– es un álbum instalado en la tradición pop norteamericana, la misma a la que detrás de diversos trabajos (Nelly Furtado, Madonna y Justin Timberlake, entre otros) el productor Timbaland ha dado sofisticación, calle y malicia. Pero ésos son elementos que la producción de Carey tiene apenas como matices. Éste es un disco de pop blanco, femenino y sensual, en el que los intentos por dotarlo de más calle quedan finalmente aislados en el contexto. Así ocurre con canciones como "Migrate" o "Cruise control", que incluye hasta la clásica alarma reggaetonera hacia el final.

Por el contrario, temas como los románticos "I stay in love" y "Love story", o el muy bailable "I'm that chick", permiten apreciar a la más reconocible Mariah Carey, tanto por estilo como por la multiplicidad de recursos desplegados desde su muy dotada garganta. Entonces uno recuerda que, guste más o menos y esté o no al día, es ella a la que se está escuchando y no a un proyecto de moda. Que mientras algunas integrantes de la realeza desvanecen su identidad en los intentos por saturar las radios, y otras sucumben en el mareo de fama y dinero, ella ha mantenido y cuidado su espacio. Tal vez eso hable de cierta aversión al riesgo, pero también da cuenta de un sello que sus fans, con toda certeza, saben que encontrarán cada vez que lo salgan a buscar.