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Live in Pittsburgh 1970

05 de Junio de 2008 | 19:33 |
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El último año que Jim Morrison pasó de gira con The Doors –"The absolutely live tour"- fue la sinopsis de un epitafio para Robby Krieger, Ray Manzarek y John Densmore, sus compañeros de banda. El cantante se alejaba de las drogas psicodélicas, pero chapoteaba en un mar de alcohol. Así su sobriedad era una lotería. El disco en vivo publicado en 2007 Live in Boston, que se grabó el 10 de abril de 1970, es un documento firmado por un náufrago etílico de rúbrica temblorosa. Morrison pierde la afinación, olvida la letra, está borrachísimo. Es conmovedor, triste también. El Rey Lagarto se hunde con la actitud de un pirata que no se quiere rendir.

Un mes después, el 2 de mayo, The Doors actuó en Pittsburg. La ruleta gira y cae en un día limpio. Jim Morrison está en sus cabales y su voz recupera parte del viejo brillo. A ratos destella, tal como lo hace en “Crossroads blues”, emociona su talante blusero (“Universal mind”), y recupera esa energía apache que lo distinguía. El guitarrista Robby Krieger está en su noche. El primer solo que lanza en “Back door man” lo captura arrebatado, fluido en los trastes de su instrumento. “Mistery train” es una eléctrica cabalgata de pulso creciente, mientras la guitarra juguetea con un ritmo que parece el eco de Bo Diddley en ácido.

La banda, aquí y ahora, se palpa compacta, constituida por el tipo de músicos que coinciden en los acentos y las pausas porque se conocen de memoria. Aún en el crepúsculo –en diciembre de 1970 brindaron su última actuación–, The Doors simbolizaba un boleto psicodélico de feliz destino.

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