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Sorpresas de música y baile

Stravinsky no sólo es un fundador. Es un librepensador. Aquí nos muestra cómo puede hacer de su "Historia del soldado" una mezcla de estilos diversos de música popular, danza y teatro.

13 de Junio de 2008 | 14:29 |
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Aliosha Solovera dirigió al particular ensamble instrumental en esta puesta en escena de una de las obras más mestizas de Stravinsky.

El Mercurio

Un éxito de la mayor importancia agregó a su temporada el Insituto de Música UC al poner en escena esta “Historia del soldado” y que estaba destinada a ser “leída, tocada y bailada”. La obra se estrenó en Lausanne en 1918, bajo la dirección del célebre Ernest Ansermet.

Igor Stravinsky realiza en esta obra una verdadera síntesis de algunos de sus estilos, en donde no están ajenos algunos elementos del jazz, del ragtime e incluso algunos bailes populares como el vals y el tango.

Definirla no es fácil, pues tiene elementos del ballet, de la ópera de cámara y también algunos propios del teatro popular, sin llegar a ser propiamente ninguno de ellos. Y como si fuera poco, la obra además utiliza un conjunto de cámara de sólo siete instrumentistas en una combinación heterogénea y dispar que produce una sonoridad única. Eso nos lleva desde lo irónico y burlesco hasta lo solemne, para rematar en elementos propios de una feria de diversiones.

El conjunto se completa con un narrador, en este caso narradora, y tres actores que deben además bailar. La puesta en escena correspondió a Miryam Singer y la dirección musical a Aliosha Solovera.

El Salón Fresno del Centro de Extensión de la UC sirvió de marco para la experiencia, utilizando la parte central para ubicar al conjunto de cámara, y el escenario, con el público rodeando a los intérpretes. Incluso los actores se desplazaron por diversos rincones del salón. A esto se agregó una iluminación de gran efecto, que acentuó el vestuario de los personajes.

Si bien el espectáculo es un todo, debemos realizar el análisis por separado. La parte instrumental, que conlleva grandes dificultades, encontró en Solovera y sus músicos a los intérpretes ideales. Con nervio, estilo, conocimiento total de la partitura, estuvieron certeros en afinación y en las complejidades rítmicas. Fueron conducidos hasta en los más mínimos detalles por la mano clara de Aliocha Solovera.

Creemos injusto no consignar sus nombres: Luis Rossi (clarinete), Ezequiel Feinguersch (fagot), Claudio Anaïs (corneta), Héctor Montalbán (trombón), David Núñez (violín), Jazmín Lemus (contrabajo) y Carlos Vera (percusión). Cada uno dio muestras de un notable profesionalismo.

La puesta en escena de Miryam Singer se plantea entre lo real y lo mágico, tanto como  rozando lo expresionista. Logró además un desdoblamiento en la Narradora, a cargo de Magdalena Amenábar, pues pasa desde el relato un poco impersonal hasta asumir con convicción la palabra y acción del soldado. Sólo encontramos que a veces su relato se perdía cuando intervenía simultáneamente al conjunto instrumental. No sabemos si esto se debió a la ubicación que teníamos en la sala.

Bastante prestancia encontramos en la actuación de Mauricio Quevedo como el Soldado, que además debe cantar y bailar. El perfil entre expectante e ingenuo de la Princesa fue bien desarrollado por Pamela García: sus bailes fueron graciosos. Una revelación fue el Diablo, a cargo de Juan Carlos Ahumada, excelente como actor, al tiempo que sus coreografías y saltos llenaron el escenario. Debemos señalar que Ahumada es bailarín de Ballet Nacional.

Los largos y entusiastas aplausos premiaron un trabajo de gran nivel, realizado por un grupo selecto de músicos y actores que nos presentaron esta especie de fábula de Igor Stravinsky, en una solvente dirección de Miryam Singer y Aliosha Solovera. Una estupenda jornada de la Temporada de Cámara 2008 del IMUC.

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