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Gran exposición del estadounidense Cy Twombly, en la Tate Modern

El arte de Twombly se ha comparado muchas veces a los graffiti aunque él mismo rechace esa descripción al ver en ellos una agresividad, una rabia que no tiene en cambio su arte.

16 de Junio de 2008 | 08:52 | EFE
LONDRES.- La galería Tate Modern, de Londres, presenta a partir del próximo jueves y hasta el 14 de septiembre una gran exposición dedicada a Cy Twombly, que abarca las distintas etapas de su carrera con motivo del 80 cumpleaños del artista estadounidense.

Ordenada cronológicamente por el propio director de la Tate, Nicholas Serota y su colaborador Nicholsa Cullinan, la exposición ofrece una nutrida selección de los momentos más significativos de una obra que habría que adscribir a la corriente lírica del movimiento abstracto.

Una obra, la de Twombly, fuertemente influida por la mitología clásica, griega y latina, y toda la literatura europea desde Arquíloco o Catulo hasta Rilke o T.S. Eliot.

Arte enigmático

Nacido en Lexington (Virginia, EE.UU.) en 1928, Twombly es un artista apegado a la civilización mediterránea y más concretamente a Italia, país que visitó por primera vez en 1952-53 junto a su amigo y colega Robert Rauschenberg.

Twombly y Rauschenberg habían estudiado juntos en el famoso Black Mountain College, de Carolina del Norte, donde enseñaban algunos exiliados de la Bauhaus alemana y donde tuvieron como maestros a Franz Kline, al poeta Charles Olson y al compositor de vanguardia John Gage.

Twombly regresó solo a Roma en 1957, alquiló un apartamento frente al Coliseo, en el que instaló su estudio, y tras un paréntesis entre Nueva York y Lexington y un viaje de recién casado a Cuba, poco después de la Revolución castrista, y a México, volvió con su esposa, Tatiana, a la Ciudad Eterna, ya para quedarse.

Influido tanto por el expresionismo de su compatriota Jackson Pollock y el dibujo automático de los surrealistas, el arte de Twombly se ha comparado muchas veces a los graffiti aunque él mismo rechace esa descripción al ver en ellos una agresividad, una rabia que no tiene en cambio su arte.

La superficie de sus lienzos aparece muchas veces cubierta de garabatos, inscripciones, nombres de personajes mitológicos, citas fragmentarias de poemas clásicos, pero también símbolos priápicos, vulvas y otros elementos de fuertes connotaciones sexuales.

Su arte, enigmático y abierto a toda suerte de interpretaciones, más que describir, evoca. Alude a los placeres de la vida, a las condiciones de la naturaleza, a los elementos, sobre todo el agua, pero también al paso del tiempo, a la mortalidad.

En una de las raras entrevistas que ha concedido y que se incluye en el catálogo de la exposición, Twombly explica al director de la Tate que trabaja en oleadas, casi por impulsos, dado su carácter impaciente.

Twombly expresa también su preferencia por el lápiz frente a la pintura, y en el caso de usar esta última dice preferir el acrílico al óleo porque seca más rápido. Aplica además el color directamente del tubo y lo extiende luego con las manos por la superficie del lienzo en forma de manchones más o menos densos.

En algunas de sus obras más líricas, como la serie dedicada a la fallecida esposa de su galerista romano, Nina Pirandello, de extraordinaria musicalidad, hay como una superposición de línea sinuosas que parecen evocar la superficie del agua.

En la serie dedicada a la leyenda griega de Hero y Leandro, el joven que todos los días cruza a nado el Helesponto para ver a su amada, Twombly expresa su fascinación por el mar en su aspecto más trágico.

La exposición incluye dos obras monumentales de su etapa minimalista, dos enormes pizarras en las que Twombly elimina de pronto toda ornamentación, todo contenido representativo en beneficio de la pura abstracción geométrica a base de la repetición de módulos regulares.

Por primera vez además, la Tate ha logrado reunir las dos versiones de su famoso ciclo “Las Cuatro Estaciones,” la que conserva la propia galería londinense y la ligeramente anterior del Museo de Arte Moderno, de Nueva York, que evocan los ritmos naturales de la muerte y resurrección y son al mismo tiempo una profunda meditación sobre la condición humana.
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