Dieciséis años de estudio de piano deben ser una educación decisiva para cualquier artista, pero en Catalina Claro también parecen haber formado por contraste su aproximación a la música popular. "La música popular, siendo mucho más simple, tiene una riqueza que permite ponerle tu sello", ha dicho, y en este disco la composición está de hecho concebida con esa simplicidad. Nunca hay demasiados acordes aquí, y tres de sus canciones, entre la lenta "Tu boca", la más rítmica "Ay Dios" y la balada "Abrirme", están planteadas en sólo un par de tonos.
Canto por si acaso (2008) es el segundo disco de esta pianista y compositora chilena después de In lakech (1999), y ahí también hay un tránsito hacia lo simple, desde los nombres hasta el contenido de ambos. Entonces había más espacios instrumentales y atmosféricos, un canto chamánico y hasta una reconstrucción del bolero "Historia de un amor". Ahora son canciones, que pueden ir desde una rumba pop y melodías acústicas con ritmos latinoamericanos hasta el aire funky y rapeado que hay en "De la sociedad" y el pop con detalles electrónicos de "Vagabundo profundo", con las armonías más ágiles del disco.
No por ser pianista Catalina Claro hace un disco de piano. Lo usa, en ocasiones con atractivos acordes y escalas de jazz, tal como la playera "Amantes el jardín" es una canción para tocar con guitarra acústica. Ella canta todo con una voz cuidadosa y bien tratada, en un tono reposado que nada suele alterar, como se oye por ejemplo en "Amor mío", que es la fiesta según Catalina Claro: empieza en algún tibio aire latinoamericano y desemboca en samba. Y siempre en dos acordes.
—David Ponce