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Radio Galena

25 de Junio de 2008 | 18:54 |

Los segundos discos suelen generar expectativas y comentarios. Por ejemplo, si el artista sorprendió con un buen primer álbum se dirá que para el siguiente tendrá la responsabilidad de reafirmar el camino trazado. Podría ser el caso de La Mano Ajena, tras su muy bien recibido debut homónimo en 2005, pero a fin de cuentas lo que ha llegado a generar el septeto es una deuda aun mayor: Responder al alto vuelo que alcanzan arriba de los escenarios, donde desde hace un tiempo venían adelantando las canciones que ahora publican en Radio Galena.

Sin dudas que mucho de ello se alcanza también en el álbum, pero siempre de acuerdo con la lógica de momentos que éste tiene. Ello porque La Mano Ajena recogió los principios de las obras conceptuales para dar vida a su segundo disco, aunque con un motor más sencillo que, por decir algo, una ópera-rock: Radio Galena es la ficticia muestra de una hora rescatada de una antigua emisora clandestina, provinciana, con el cálido y familiar tono de Alodia Corral como voz ancla.

Así, se suceden las canciones, pero también los comerciales, anuncios, locuciones y distintas piezas que se traducen en 31 cortes. Una mezcla que en principio permite vivir la experiencia lúdica y sorprendente de sumergirse en un disco distinto, con intenciones, códigos y conceptos; pero que, por otra parte, deja a esos elementos con un limitado margen, ya que todo guión corre el riesgo de volverse reiterativo en siguientes audiciones.

Problemático, por decirlo de alguna manera, porque las canciones de Radio Galena son de ésas que dan ganas de repetirse. Fieles a la matriz klezmer que el grupo explota, no pierden su esencia en sus distintas mixturas, ya sean anímicas (más festivas, más románticas, más infantiles o más nostálgicas) o estilísiticas, tal como indican algunos títulos ("Cumbia klezmer", "Tango para Orianita", "Vals de la boda pobre" o "Psicomambo Cha Cha Cha").

Un conjunto que a partir de sonidos muy arraigados en una nación (judía), logra generar una atmósfera familiar, barrial y criolla, con fuerte énfasis en lo instrumental y en la que sólo se extraña en parte una mayor presencia de la voz de María Fernanda Carrasco —la primera vez que se la escucha es recién en el octavo corte—. De todos modos, una apuesta fuertemente identitaria, matizada y sabrosa, que supera con creces el pequeño boom de las fiestas gitanas y el efecto Goran Bregovic. En ese sentido, La Mano Ajena es muy propia.

—Sebastián Cerda