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Música, documental y las vueltas de la memoria

Ella es documentalista; él, músico e integrante de Inti-Illimani. Ambos se reparten la realización y la banda sonora de Reinalda del Carmen, mi mamá y yo, un documental que, recién editado en DVD, indaga en la vida de una detenida desaparecida chilena. E indaga tanto que hasta Giachino y Salinas son tomados por sorpresa.

25 de Junio de 2008 | 23:02 |

Lorena Giachino, documentalista y periodista, y Camilo Salinas, músico e integrante de Inti-Illimani, se conocieron en 2006 en medio de un trabajo en el que ambos eran unos debutantes: ella en la fase de montaje de su primer documental y él en la composición de la música incidental para la película. Pero apenas empezada la tarea encontraron una afinidad que tomó a los dos por asalto.

El documental, Reinalda del Carmen, mi mamá y yo, es el relato de la historia de la detenida desaparecida chilena Reinalda del Carmen Pereira Plaza, reconstituido primero por su mejor amiga, que es la madre de la propia realizadora, y luego con testimonios como el de una hija de otro detenido desaparecido en la misma época, Horacio Cepeda Marinkovic.

-Le estábamos mostrando la película al Camilo y, cuando aparece el testimonio final de la hija de Cepeda Marinkovic, él la ve y me dice "ella es mi tía" -recuerda Giachino-. El Camilo es nieto de Horacio Cepeda Marinkovic. Su abuelo pasó el mismo proceso que pasó la Carmen: estuvieron juntos hasta el final y murieron juntos. Entonces fue muy heavy musicalizar ese momento.

Fue la más inesperada coincidencia entre la directora y el músico, pero no la última. Reinalda del Carmen, mi mamá y yo fue estrenada a fines de 2007, ha sido presentada en festivales y encuentros de diez países y en Chile acaba de ser publicada la versión en DVD del documental. Incluido un CD con la música y la dedicatoria del compositor a su familia Cepeda.

-Queríamos que fuera una música sensible pero no sensiblona, y no redundante -explica la directora-. Tenía que ser delicada. Y que esa delicadeza no estuviera en la tristeza ni en la pena.

-¿Cómo fue la comunicación entre ustedes?
-Yo le decía cómo quería que sonara, tal como uno confía en su director de fotografía, con indicaciones de algo más mínimo o más poderoso, y creo que él supo interpretarme. Le hice un disco con referencias musicales de lo que me gustaba y estaba escuchando para probar en el montaje, cosas como (el grupo francés) Air, y el Camilo me dijo "Estoy escuchando la misma música".


La película es hacer la película

Son al menos tres las memorias que se confunden en Reinalda del Carmen, mi mamá y yo. La más literal es la de la madre de la realizadora, Jacqueline Torréns, cuya memoria está parcialmente dañada por los efectos de un coma hipoglicémico. Luego es el recuerdo sobre la propia Reinalda Pereira, una de las catorce mujeres desaparecidas chilenas en dictadura que al momento de ser detenidas estaban embarazadas. Y luego es la memoria general del país sobre este tema.

-Esta historia íntima, personal, que tiene que ver con la precariedad de la memoria de mi mamá, es una metáfora de la precariedad de la memoria nuestra. De alguna manera el plan era dibujar esta historia reciente a través de esa amistad (entre Jacqueline Torréns y Reinalda Pereira), retratar una época, mostrar cómo ha evolucionado un país.

-¿Qué rol jugaba la música para ti en ese retrato?
-Lo que hice como documentalista fue tratar de establecer secuencias temáticas, que finalmente se transformaron en secuencias musicales. Queríamos sentir que la música corría junto con la narración. Me vi obligada a dar más explicaciones en la narración en off, por deformación profesional, para contextualizar una información.

-¿Deformación profesional de periodista?
-Claro, pensando en un público que no necesariamente está tan informado. Era mi primer documental, no iba a hacer una cosa experimental, sino concreta. También tenía que ver con hacer la denuncia. Si al principio fue una necesidad vital de enfrentar la relación con mi mamá, después ella me dice que ya no puede seguir rodando conmigo, y ahí yo tomo la investigación. La película es el proceso de hacer la película, casi cronológico: lo que ves es lo que pasó.

-¿Pudiste haber quedado parada ahí?
-Claro, porque el plan inicial era bastante más naif. Que mi mamá me cuente hasta donde pueda, y yo después le voy a contar lo que no sabe: ésa era la película. Ahora claramente tiene dos partes: una que es con mi mamá y otra en la que me quedo sola.


TV y documental: dónde está la diferencia

Más de una vez Lorena Giachino ha tenido que aclarar que su película no es ficción, sino documental, y el cruce con el lenguaje documental de la televisión es otro asunto frecuente.

-La tele dice mucho "Estamos haciendo documentales", y no. Tienen un tratamiento documental, pero su lenguaje es televisivo. Yo en un documental si quiero hago un paneo de diez segundos: en la tele sé que a los tres me van a hacer zapping. Ése es el lenguaje de la tele. Me han preguntado harto dónde está la diferencia, y creo que arbitrariedad de tomar las decisiones que quieras, y en el lenguaje.

-Otro desaparecido de la misma época en Chile es Lincoyán Berríos, que se conoce porque su hijo, que es músico, le dedicó el disco La canción del roble blanco (2001). ¿En general crees que faltan más testimonios, fílmicos, musicales, sobre estas historias?
-A ver, dos cosas. Siendo súper honesta, creo que tal vez un poquito más de gente va a saber quién es Reinalda del Carmen Pereira Plaza, pero no creo que mucha más gente. Sin embargo me parece que hay que hacerlo igual. Y creo que sí se están haciendo películas sobre la historia reciente. Y son dos tipos de películas. Unas que se hacen desde el pasado, tal vez de gente que vivió de manera adulta el golpe (de 1973) o que ha vivido esa historia fuera (de Chile). Y las otras son de personas más jóvenes, que, aunque todos los chilenos somos víctimas del golpe, no lo vivimos de manera tan directa.

Lorena Giachino menciona entre esa generación a realizadores como Sebastián Moreno, autor del documental La ciudad de los fotógrafos (2006), sobre la labor de la Asociación de Fotógrafos Independientes durante la dictadura. "Creo que para contar esa gran historia estamos tomando historias particulares, que generan empatía con la gente de una manera más valórica que política. Estamos contando nuestro pasado desde el presente. El 'Nunca más', el 'No a la impunidad', me parecen válidos, pero desde ahora. No tengo que militar en un partido para eso. Es mi posición en la vida".

La película ha sido parte de más de 25 selecciones oficiales en diversos países, y las últimas salidas de la realizadora este año han sido a festivales en India y Ecuador. "Vengo de dos presentaciones en Quito y Guayaquil, llenas, que hasta a mí me dio miedo, con conversaciones muy largas, con mucho interés de la gente. Cuando estuve en el Festival de Mar del Plata (en Argentina) también".

-Decías que en Chile es más difícil mostrar esta película. ¿Por qué?
-Porque yo creo que en Chile todavía  no se ha terminado la cultura del miedo, que afuera no hay.

-¿Pero es miedo? ¿Desde un punto de vista cínico no se podría atribuir a falta de interés?
-Sí, pero creo que la cultura del miedo tiene que ver con eso también, aniquiló incluso la educación y el pensamiento crítico. Es lo que hace que la gente termine diciendo "no, sabes que no me quiero meter en política". Eso yo creo que es producto de la cultura del miedo.

-¿Es decepcionante como conclusión?
-Sí. Por ahí tengo una cuña para el bronce, donde digo que soy una idealista desencantada (sonríe). Pero igual soy peleadora. Y lo de idealista desencantada me convierte en hinchapelota, básicamente.

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