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Viaje al fondo del barroco

Una de las experiencias más vibrantes de la música antigua en Chile. Los italianos, como el violinista norteamericano Joshua Bell han alcanzado cotas de altura sobresalientes en la música de cámara de 2008.

02 de Julio de 2008 | 11:58 |
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La Accademia Bizantina no dejó espacio para dudas en sus presentaciones en el Teatro Municiapal capitalino

Archivo Accademia Bizantina

En una semana de excepción actuaron en Santiago dos cumbres de la música. Primero Joshua Bell y luego la Accademia Bizantina, conjunto nacido en la década de los ‘80 en la ciudad italiana de Ravenna.

Una de sus características más impresionantes es un sonido, muy propio de una belleza indescriptible. Ahí encontramos una finura atrayente desde los primeros compases, unido a un fraseo de una precisión y musicalidad de primer orden. Todo enmarcado en una afinación absoluta.

El acercamiento que este conjunto tiene al estilo barroco es de tal envergadura, que son capaces de extraer la esencia y particularidad de cada uno de los autores que interpretan. Estos antecedentes, sumados a otros, aseguran presentaciones del más alto valor musical. Eso fue precisamente lo que ocurrió durante su segunda presentación en el Teatro Municipal de Santiago.

Este viaje a la mejor muestra del barroco se inició con el “Concerto grosso” Op. 6 N° 1 de Arcangelo Corelli, interpretado con un sonido pastoso y expresivo, y en forma elegante y sensible, con contrastes a la manera de un claroscuro casi pictórico. Los diálogos de los dos violines solistas con el tutti fueron resueltos brillantemente.

Con uno de los más hermosos “Concerto grosso” de Haendel, el Op. 6 N° 1, continuó la presentación. El fraseo para esta obra es a base de notas cortas o non legatto, que permite acentuar los contrastes dinámicos. En los movimientos rápidos se escucha un sonido alado de ritmo perfecto y las cadencias entre los números son originales y perfectas. Y los pianissimos incluso emocionan.

El tema de “La Follia” sirvió para alguna de las más hermosas obras que hayan escrito. Es el caso de del “Concerto grosso” “La Follia” (de la “Sonata para violín en Re menor”) de Francesco Geminiani. En esta obra la Accademia nos llevó a un barroco de corte más popular, si es que cupiera el término, contrastando muy claramente el tema principal de las cuerdas altas con el contrasujeto de las graves.

Así mismo fue evidente el cuidado dinámico al presentar el “tema” en algunas de las variaciones, luego del jubiloso final, al público sólo le restó ovacionar la belleza de la interpretación.

La segunda parte comenzó con tres obras de Antonio Vivaldi: una sinfonía de la “Olimpíada” y dos conciertos, en La mayor y Sol menor, todos para cuerdas y continuo. Qué podemos decir cuando los visitantes son capaces de mostrar tres facetas diferentes del maestro veneciano en cada una de las obras, donde encontramos toda la gracia italiana en la sinfonía.

O bien la elegancia de los acentos y los colores logrados en aquellas “llamadas” del concierto en La mayor, o toda la magia de las voces del legatto de los dos violines solistas, en oposición al non legatto del resto de las cuerdas en el segundo movimiento del concierto en Sol menor, para luego solo alabar su vertiginoso y virtuoso final.

Y como su fuera poco, quedaba aún una espectacular versión del “Concierto en Re menor para dos violines, cuerdas y continuo” de Johann Sebastian Bach, con la sutil diferenciación de timbres entre los solistas, que entregaron una nueva mirada sobre la obra en fraseos y dinámica, ornamentación discreta y fina durante el segundo movimiento, para concluir en el vibrante final, que levantó en una ovación al público.

El público habría aceptado gustoso más de los dos encores, que la Accademia Bizantina ofreció en agradecimiento a los aplausos. Sin duda alguna uno de los grandes eventos de la temporada 2008.