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Watershed

10 de Julio de 2008 | 13:43 |
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Ocho años sin grabaciones originales de estudio han devuelto a una k.d. lang fresca y con una sorprendente disposición a la diversidad. Sobre el carácter de Watershed no podemos, a estas alturas, asombrarnos: el registro vocal de la canadiense ha sido siempre una ventaja única, poderosa, que le daría carácter incluso a su interpretación del "Cumpleaños feliz".

La novedad está dada aquí, más bien, por los arreglos en los que se nos presentan estas canciones, cada vez más lejos del country ortodoxo por el cual la conocimos y progresivamente avanzando hacia un pop sobrio, lleno de detalles instrumentales y con un muy buen diseño para las cuerdas clásicas que adornan casi cada título. Hay xilofón, violines, vibráfono, arpas y teclados que convierten a un título como “Upstream”, por ejemplo, en un crescendo atrevido, y que dejan a “Shadow and the frame” al borde de una categoría experimental.

La voz de Lang avanza como la de una mujer solitaria, que observa el mundo detrás del prisma ineludible de la melancolía, soñando con una primavera utópica (“Dream of spring”), y llenando sus reflexiones de estampas típicas de la ruralidad: pasto verde, sol sobre las plantaciones, caminos tan desolados como su recuerdo del amor ("estoy en un rincón, lamiendo mis heridas / por el amor que se ha ido demasiado pronto"). Si en espíritu k.d. lang sigue siendo la campesina doliente que se mira en Patsy Cline, su sonido la acerca ahora más bien a una compatriota como Joni Mitchell, a la vez desprejuiciada y delicada. El de Watershed es de esos cambios “para bien”.

—Cristina Hynde