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La gran tragedia de los sexos

Después de 90 años de su estreno mundial, esta semana sube por primera vez a la escena del Teatro Municipal una de las obras líricas capitales del siglo XX: "El castillo de Barba Azul", del compositor húngaro Béla Bartók. En el mismo programa se presentará "Suor Angelica".

14 de Julio de 2008 | 13:39 |

Las líneas de Barba Azul son piezas de laboratorio para Béla Bartók (1881-1945), quien se empeña —como Claude Debussy en su “Pelléas et Mélisande’’— en la expresiva discreción de esta música, en las mínimas e interminables variaciones colorísticas y en hacer que las frases melódicas salgan de la sombra para hacerlas perderse pronto en las tinieblas de origen.

La partitura diferencia con exhaustiva meticulosidad todos los matices  orquestales posibles, mientras las cuerdas, vibrando, apoyan una armonía de contornos imprecisos y fluctuaciones sonoras repletas de brillos que vienen y van. De pronto, explotan para referirse al encuentro de la luz y en seguida anulan el timbre para sumirse en la noche eterna y hablar de la muerte.

Esta es música de atmósferas modelada sobre el drama y como el drama es abstracto y el lenguaje metafórico —ese “placer que tiembla entre las piedras tristes’’ en recuerdo del “bosque oscuro’’ de “Pélleas’’— la opción de Bartók es no revelar. Es la misma libertad que se toma su protagonista, Barba Azul, quien mantiene en tinieblas su “castillo’’, su alma.

Barba Azul conduce a su nueva mujer, Judith, hacia su morada. Hay siete puertas y ella —como la curiosa Elsa de “Lohengrin’’ y como Psiquis ante Eros— se empeña en saber más y exige abrirlas, creyendo que así podrá aportar luz sobre las sombras de su marido.

El esplendor del reino masculino

En “El castillo de Barba Azul’’ (“A kékszakállú herceg vára’’, su título original en lengua madre), estrenada en Budapest en 1918 aunque había sido terminada casi siete años antes, viven dos caracteres musicales y dramáticos. Son el duque Barba Azul y Judith, ambos tan impresionantes como misteriosos. No hay arias, ni dúos, ni obertura. Sí una intensa declamación heredera del impresionismo, y una invitación a intentar descubrir los procesos del alma.

Bartók instaló en ella su acervo de la música primitiva húngara dándole una estructura contemporánea y creando un universo tímbrico y armónico de infinitas posibilidades. No quiso ser asimilado a ninguna idea de vanguardia y para eso bordó un discurso que toma elementos arcaicos y otros modernos. Motivos cortos que se manifiestan con total intensidad para después diluirse, estimulando la fantasía visual y onírica.

Un comienzo en Fa sostenido menor y una melodía sencilla inician este tejido musical que duda ante miles de posibles caminos de desarrollo, aparentemente sin optar por ninguno, asumiendo que debe corresponderse con la carne de un libreto difícil de penetrar. Bartók propone un viaje sonoro cuya cima se alcanza al llegar al Do mayor, cuando la luz de la quinta puerta quiere hablar acerca del verdadero amor de Barba Azul por su nueva mujer. Pero Judith es incapaz de comprenderlo. Es el primer fortissimo de la partitura. Judith no soporta el esplendor del reino masculino —o no lo entiende— y esto la destruye. Sucumbe, olvidando la ternura de su marido. “Ve y mira, pero no preguntes’’, la ruega éste con dulzura.

Interior privado

El duque Barba Azul y Judith son un caso de amor imposible. O de que el amor no es posible mediante el conocimiento. El amor es anterior; quien conoce, no ama. Ellos representan dos principios incompatibles buscando el futuro en una trama que alude al pasado. Pero el pasado que se quiere develar está ahí para siempre, viviendo junto a los amores anteriores: las otras mujeres de Barba Azul, en este caso.

El autor del libreto fue Béla Balázs, quien se basó en un relato de Charles Perrault, pero también inspirado por el poema de Maurice Maeterlink para la ópera “Ariadna y Barba Azul’’, de Paul Dukas. Además, la Judith de Bartók podría referir a la Judith del Antiguo Testamento, quien da muerte a Holofernes: Judith, simbólicamente, da muerte a Barba Azul al querer conocer los secretos de su pasado. En vano él le explica que hay cosas privadas que nadie tiene el derecho de explorar.

El castillo en tinieblas representa el alma del duque, donde hay salones para la sangre derramada, para los tesoros, para la cámara de torturas, para un lago de lágrimas… Judith exige abrir las puertas porque cree no poder amarlo sin saber. Su curiosidad es más fuerte. No sabe que quien insiste en saber todo sobre quien se ama termina por matar el amor en lugar de profundizarlo.

Así, perdida por este deseo del conocimiento absoluto, como una nueva Eva, ella pasará a reinar sobre la noche, tal como las otras mujeres de Barba Azul reinan sobre la aurora, el mediodía y la tarde. Será la más hermosa.

Judith y la cultura

El crítico y teórico George Steiner, en su libro “En el castillo de Barba Azul, una aproximación a un nuevo concepto de cultura’’ (1971), apunta a algo más global en esta obra de Bartók y Balázs. Es la crisis del Humanismo, que intenta conocerlo todo, descifrar los misterios. El fracaso de esta posición, en la que el mundo occidental se mueve desde el Renacimiento y aun antes, tiene un correlato con el fracaso de Judith. Pero a la vez es un camino que no se puede eludir: la sed por conocer.

“No podemos volver hacia atrás. No podemos elegir el sueño de la ignorancia. Abriremos, espero, la última puerta del castillo aunque nos conduzca a realidades que están más allá de la comprensión y control humanos. Lo haremos con aquella desolada clarividencia que se expresa tan maravillosamente en la música de Bartók, pues abrir puertas es el trágico mérito de nuestra identidad...’’, comenta el profesor e investigador  Cosma Shalizi.

“Acabo de terminar de leer por tercera vez ‘In Bluebeard's Castle’ de principio a fin, acompañado, en esta ocasión, por la ópera de Bartók. Hay algo de hechicería en su estilo, un total dominio de la retórica de un cierto tipo de profecía, que atrae a la mente pero la perturba (…) Al terminar me siento desconectado, irreal, como si mi cuerpo estuviera hueco y yo estuviera flotando dentro de él’’.

Steiner nos deja parados (…) “en el punto en que está Judith de Bartók cuando pide que se abra la última puerta que da a la noche”.

Música en el Municipal

Las funciones de este programa doble se realizarán entre el 17 y el 25 de julio. “El castillo de Barba Azul’’ contará con una producción de Diego Siliano, régie de Marcelo Lombardero y las actuaciones de Bálint Szabó y Judit Németh (17, 19, 22 y 24 de julio), y Hernán Iturralde y Adriana Mastrangelo (21, 23 y 25 de julio). El papel del Narrador, que no siempre se incluye en las puestas, estará a cargo de la niña Treia Zahorán.

En “Suor Angelica’’, con escenografía e iluminación de Ramón López, cantarán Verónica Villarroel (Angelica) y Judith Németh (Zia Principessa), los días 17, 19, 22 y 24 de julio, y Kelly Keduce y Lina Escobedo (21, 23 y 25 de julio). Las funciones del ciclo llamado “opera estelar’’ serán dirigidas por José Luis Domínguez.