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"Ese órgano es un bastardo dominante"

Stoowals se llama el instrumento gigante que el grupo holandés de fusión toca en Europa en su nuevo espectáculo musical. Pero cuando lleguen a Chile para presentarse en Santiago y Viña del Mar el 2 y 8 de agosto, el órgano de 198 tubos quedará guardado en la ciudad de Utrecht. “Es imposible traerlo por aire”, dice el compositor y director del histórico ensamble. En cambio, su música será reinterpretada por un batallón de zampoñas altiplánicas.

18 de Julio de 2008 | 18:04 |

“Vals de Colombes” se llama una composición que el grupo Quilapayún escribió en el destierro político. Ahí, los músicos cambiaron las combinaciones de voces de trueno por un ensamble ligero de zampoñas. El nuevo entramado de timbres producido a través de pequeñas columnas de aire reprodujo el sonido de manivela en un viejo organillo francés. Todo un acierto. Es la misma técnica que unos treinta años después utilizará el grupo holandés Flairck para tocar el “Vals del vapor”.

El nombre en lengua madre es “Stoowals” y no sólo es el título del espectáculo que Flairck trae a Chile en su tercera visita. También es el nombre del órgano gigante con el que desarrolla sus espectáculos en toda Europa desde 2007. Erik Visser, el fundador del grupo en 1978, prefiere llamarlo “la máquina a vapor”. Un órgano de 198 tubos que suena autónomamente a través de softwares computacionales y que opera como quinto elemento en un cuarteto de carne y hueso.

El grupo que lidera Erik Visser desde la ciudad-base Utrecht en Holanda, se presentará el 2 de agosto en el Teatro Caupolicán de Santiago y el 8 en el Teatro Municipal de Viña y para “tocar” el órgano inexistente Flairck estará apoyado por una zampoñada, es decir la comparecencia de un gran ensamble de aerófonos andinos conviocados por el grupo Tribu, que actuará junto al cuarteto liderado por Erik Visser: Elaina Cook (violín), Jeroen Goossens (flauta traversa) y el mexicano Pablo Ortiz (guitarra y bajo).

-Ustedes siempre recolectan música e instrumentos de cada lugar que visitan. ¿Hay algo de Chile en sus conciertos?
-En el pasado tocamos la canción “Los momentos” (escrita por Eduardo Gatti para los Blops), que aprendimos en Chile y la trajimos para el público en Holanda. Les encantó. Hicimos los mismo con algunas canciones de Violeta Parra y de Víctor Jara. Pero nosotros ya tocábamos zampoñas y charangos, incluso antes de ir a Chile en 1995.

-El recuerdo de ese primer concierto quedó muy marcado en el público chileno.
-Creo que éramos uno de los primeros grupos en tocar allá después de un largo tiempo. Sentimos toda esa electricidad en el aire. Entonces estábamos acostumbrados a tocar para público europeo reducido, pero en Santiago sentimos que éramos parte de algo muy grande. Tenía que ver con la libertad. Me sorprendió ver cuántos chilenos fueron a vernos. Fue tal vez el concierto más excitante que habíamos tenido hasta entonces.

-¿Ocurrió algo especial?
-Yo llevé a mi hija Anna que tenía como trece años en ese momento y no estaba especialmente interesada en el trabajo de su padre. Después del concierto, que fue muy apreciado por el público, estábamos sentados en el camarín maravillados por toda la atención. Me di cuenta de que mi música significaba más que entretención en Chile. Anna sintió muiy bien la atmósfera especial y me sorprendió gratamente cuando de pronto se sentó en mis rodillas. Algo que no había hecho en mucho tiempo. Se quedó quieta conmigo sentada durante un rato y nunca me he olvidado de eso.

Fusión folk-contemporánea

Flairck nació en 1978 como una parte de esas avanzadas estéticas y acciones que salen desde Holanda, en todas las líneas. De la pintura a la libertad y autocontrol en el consumo de drogas, desde los estudios de música antigua a los barrios de faroles rojos. Su música llegó de manera informal a Chile durante los ’80 a través de cintas regrabadas y sin etiquetar, en medio del control militar, y se encendió inmediatamente en círculos universitarios e intelectuales.

Erik Visser es hoy el único sobreviviente de esos primeros ensayos que consideraron una música acústica-instrumental creada a partir de influencias de la música docta europea contemporánea, música antigua y música folclórica regional, desde los lados célticos, y balcánicos a los gitanos y bávaros.

-¿Flairck es un proyecto personal o un grupo?
-He escrito el 75 por ciento de la música o más. Trato de encontrar a gente que coopere conmigo en ese campo pero no siempre lo he conseguido porque la composición tiene que encajar en la identidad del grupo. Flairck no es un proyecto personal. Es algo más grande que eso. La música siempre consiste en al menos tres o cuatro melodías al mismo tiempo. Flairck necesita una cantidad de solistas como mínimo. Ellos son los que hacen al grupo. Los ejecutantes y su chispa. Yo sólo soy el tipo que crea el espacio para que ello ocurra.

-El grupo ha cambiado mucho desde los inicios. Han sido ensamble, grupo con voces, cuarteto acústico, gran orquesta.
-Durante un período de 30 años evolucionamos de ser un grupo instrumental acústico a un grupo para grandes teatros. Eso incluyó acrobacia y proyecciones de imágenes en el escenario. Tal vez ahora estamos un poco más maduros y con más sabiduría. Somos sólo cuatro músicos, tal como cuando comenzamos en 1978. Despues de ese primer paso instrumental (Variations on a lady, 1978), empezamos a agregar aspectos más teatrales (The circle concerts, 1981). Luego los aspectos visuales se volvieron mas importantes y así trabajamos con bailarines (Bal masqué, 1984), y magos (Sleight of hand, 1986). Más tarde descubrimos el uso de proyecciones en pantallas transparentes en el escenarios y empezamos a hacer combinaciones de imágenes y música como en The parade (1992), basado en las pinturas de El Bosco, y como Chambers (1994), que está basado en los trabajos del surrealista belga René Magritte.

-En 1995 y 1997 hicieron al menos cinco conciertos muy exitosos.
-Estamos muy ansiosos por volver a tocar en Chile, porque nos gusta mucho. De hecho, vamos a tocar dos noches en una semana. Pero nos quedarmos allá unas tres semanas.

-Sin el Stoowals.
-Es muy pesado para transportarlo por aire. Son casi mil kilos. Hemos estado ensayando la música sin el órgano por algún tiempo. Tenemos que trabajar más duro para eso, pero es claro que nadie lo va a extrañar salvo nosotros. En realidad nos encanta ser capaces de tocar sin el órgano. Es un bastardo realmente dominante.

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