Pensamos que las altas expectativas generadas por el debut de Maximiano Valdés frente a la Orquesta Sinfónica de Chile no se concretaron plenamente debido al desconocimiento que el talentoso director chileno tiene de la acústica del Teatro Baquedano, donde el conjunto universitario realiza sus temporadas. Bien sabemos que es bastante deficiente y fue necesario que ante el problema el director equilibrara los balances instrumentales para obtener los resultados musicales que se propone. Creemos que en su segundo programa estas dificultades se corregirán.
Con su gesto claro, Valdés dirigió un programa con sabor francés que se inició con "Pélleas y Mélisande" de Gabriel Fauré, suite de la música incidental para la obra de teatro del mismo nombre de Maeterlinck. En ella, al menos en dos de sus partes, encontramos alusiones a la famosa "Pavana" del mismo Fauré. En su lenguaje la obra es amable e impresionista y recibió un tratamiento cuidadoso por parte del director nacional, enfatizando su carácter descriptivo.
No obstante resultaron un tanto extemporáneas algunas desafinaciones en la fila de los cornos en las primera y cuarta partes, pero en contrapartida debemos destacar el rendimiento del oboe y del corno solista en la segunda, así como el de la flauta junto al hermoso sonido de las cuerdas en sordina de la tercera.
Luego se escuchó "Métaboles", de Henri Dutilleux, una obra que posee un lenguaje más contemporáneo y ecléctico, con una búsqueda intensa de timbres y sonoridades a través de una gran paleta orquestal que provoca una especie de enjambre sonoro. En su desarrollo encontramos tanto alusiones a la música china como al jazz, intercaladas con secciones que crean atmósferas en base a pequeñas células sonoras.
De gran interés es la sección donde las percusiones toman un rol preponderante, acompañadas de una especie de coral disonante en los bronces. Tanto la atención de los músicos como el conocimiento que el director tiene de esta obra determinaron que se constituyera en un logro mayor.
La "Sinfonía en Re menor" del belga-francés César Franck cerró la jornada. En ella, Valdés mostró un conocimiento profundo al dirigirla de memoria, pero su concepto parece no haber sido comprendido en su totalidad por la orquesta, pues a los momentos de gran brillo que obtuvo, se sucedieron otros pasajes confusos en tempi y con sonido crudo. Incluso con desafinaciones.
El segundo movimiento, "Allegretto" fue sin duda el más logrado y ahí se destacacó la sonoridad del corno inglés, que tiene un papel protagónico, mientras las cuerdas le acompañan en pizzicato. Del mismo modo destacamos al corno solista por su musicalidad. La sutileza de la parte central tendió a perderse por el juego de balances, no plenamente logrado.
La alternancia ente logros y momentos un poco confusos fue la característica del movimiento final, pero luego y debido a la suma de recursos instrumentales y la reexposición de temas anteriores, todos muy bien destacados por la batuta, la orquesta cerró la sinfonía con el brillo que tiene, logrando que el público reaccionara con gran euforia. Pensamos que Maximiano Valdés tiene mucho más que decir que lo mostrado en este concierto pues creemos dio a conocer sólo una pequeña parte de las potencialidades del gran director que es.