El pianista chileno Alfredo Perl se llevó los aplausos en una noche magnífica.
El MercurioBajo la dirección del chileno Julio Doggenweiler Fernández en el Teatro Municipal se presentó la Orquesta Sinfónica Juvenil de Munich-Odeón, teniendo como un plus la presentación del notable pianista chileno Alfredo Perl. La visita de este conjunto es en sí un aporte a las actividades musicales de nuestro país, pues se presentará en varias ciudades y compartirá con algunas de las orquestas juveniles en esas localidades.
Dos aspectos sobresalen en esta juvenil embajada. Primero, el evidente entusiasmo que les anima, y en segundo lugar, la excelencia musical de una cantidad muy importante de sus integrantes, que fue apreciable en variadas intervenciones que tuvieron en las obras que presentaron como solistas.
Creemos además que como es conjunto en desarrollo, resulta importante que enfrenten todo tipo de repertorio, aunque a veces sobrepase sus actuales capacidades. Pensamos que esto es parte necesaria del aprendizaje para llegar a ser músicos de categoría. Por el momento, lo que ahora derrochan es su enorme potencialidad y musicalidad.
Las dos obras del programa mostraron estas características: gran dominio en el concierto para piano de Beethoven, y algunas falencias en las grandes dificultades de la sinfonía de Tchaikovsky. Bien se sabe que cualquier obra de Tchaikovsky requiere de conjuntos muy avezados para sortear los múltiples problemas rítmicos insertos en fraseos a veces complejos. Además somete a los músicos a desafíos de interpretación que van más allá del simple forte o el piano.
La versión de la “Sinfonía N° 5 en Mi menor Op. 64” de Piotr Ilich Tchaikovsky fue puro entusiasmo y garra, pero le faltó profundidad y afinamiento sobre algunos aspectos en los fraseos y unión de secciones, que enriquecerían la versión. Luego del oscuro y expresivo inicio, pareció que la versión se volcaría a lo lírico, destacándose el bello sonido de los violines primeros en la solución de los rubatos, pero a poco andar se apreciaron algunos sonidos duros o crudos en las filas de los bronces.
En el segundo movimiento se destacó la musicalidad y hermoso sonido del corno, tanto como el del clarinete y del oboe en sus solos asignados. La musicalidad de los chelos se vio empañada ahí en las frases agudas y en consideración al número de cuerdas bajas, creemos que los balances no se cuidaron lo suficiente.
El tercer movimiento fue lo menos logrado por la falta de tensión y con poca gracia. En el movimiento final se alternaron momentos brillantes con algunas imperfecciones de tempo, particularmente en los bronces. No obstante las trompetas brillaron en la sección previa al final. La respuesta del público fue eufórica premiando el entusiasmo de estos jóvenes alemanes.
La hora del maestro Perl
En la primera parte se escuchó el “Concierto para piano y orquesta N° 3 en Do menor Op. 37” de Ludwig van Beethoven, donde actuó como solista Alfredo Perl. En su transcurso, la orquesta evidenció todos los valores con los que han obtenido diversos trofeos.
Observándose una sintonía total entre solista y director y permitiendo inmejorables fraseos, la exquisita musicalidad de Perl encontró en Doggenweiler la respuesta justa. Obtuvo de sus músicos un bello y musical sonido, parejo en todas las familias, lo que nos lleva a pensar en la enorme afinidad de estos jóvenes por el genio de Bonn.
Luego de la hermosa introducción a cargo de la orquesta, Perl entró de lleno en el estilo beethoveniano, con espléndida digitación y en el límite exacto entre lo clásico y lo romántico, observando un juego de contrastes que mantuvo durante toda la obra. La cadenza, solo puede ser calificada de brillante.
La expresiva y poética entrada del piano en el segundo movimiento se dio paso a los diálogos solista-orquesta, destacándose en ellos el trabajo de las maderas. Consideramos los fraseos y las articulaciones como de gran perfección, tanto como el cuidado puesto por el director en los balances. Así mismo creemos que la progresión dramática fue la justa.
El rondó final se destacó por el carácter impreso por cada uno de los intérpretes y además por el juego de contrastes. Podríamos decir que cada unos de los participantes rivalizaba en las excelencias musicales, llevándose las palmas Alfredo Perl, en una noche magnífica.
En su versión se aprecia la madurez que nuestro pianista ha logrado, apoyado en su estupenda técnica. Las ovaciones recibidas al final fueron la justa recompensa para un trabajo del mejor nivel, que le obligaron a entregar como encore un Brahms. La Orquesta Sinfónica Juvenil de Munich nos dio la oportunidad de escuchar a un Perl en un gran momento, así como conocer la realidad de las orquestas juveniles alemanas, como referente para las nuestras.