Anywhere I lay my head

Es un disco sumamente extraño el que ha levantado Scarlett Johansson en su debut como cantante. Es extraño, claro, que una actriz de su renombre se dé un tiempo para trabajar en un estudio de grabación, y también es inusual que eliga hacerlo no sobre composiciones propias ni estándares, sino sobre el repertorio de un único autor, un hombre de sello marcado y críptico como lo es Tom Waits. Pero lo más extraño de este disco es su sonido.

La voz de Scarlett no se distingue del todo, entre abigarrados arreglos más o menos enchufados y efectos incesantes de grabación y de mezcla. Reverberaciones, voces superpuestas, instrumentos doblados, muros de sonido… el estudio y sus posibilidades ha acudido al rescate de la inexperta Scarlett y le ha regalado un disco en el que no queda muy claro dónde está ella, dónde su productor, y dónde los efectos.

Hay nombres que explican todo esto. El productor del disco es Dave Sitek, integrante de los también elusivos TV On The Radio, y como “secuenciador” se cita a Ivo Watts-Russel, hombre clave para los que seguimos el “rock alternativo” del sello 4AD desde fines de los años '80. Hacia ese rock de texturas y voces etéreas apunta este Anywhere I lay my head, pero sin el gancho de real misterio que tuvieron, en su momento, los gestores de proyectos como Cocteau Twins o This Mortal Coil.

Están la intención, los recursos técnicos y la claridad estética, pero el camino va desviando al disco hacia un terreno inasible, difícil de juzgar. Es valioso que a los temas se les de un maquillaje tan radicalmente diferente al de los originales, y para qué hablar de la suerte de tener a David Bowie haciendo coros en dos temas (el que mejor sale es “Fannin street”). Pero eso no le quita a este disco el carácter de un ejercicio de estilo hecho “porque se puede”, sin dirección clara ni justificación profunda. Al menos, es mejor que el disco de Don Johnson.

—Cristina Hynde