Es bueno el sentido de humor en el rock. Como decía Calamaro, ¿qué más se puede esperar de músicos que "se ahogan con su propio vomito y se deprimen aun siendo ricos y famosos"? Mötley Crüe asume tanto la mitología como las parodias del hair metal ochentero (version californiana y distorsionada del glam inglés de los '70). Entre el homenaje de la película "Rock star" y los detalles escabrosos de los documentales "Behind the music", la banda sorprende con un disco que suena como salido de las profundidades de los '80.
Es decir riffs, guitarras heavy metal, voces operáticas y exhibición instrumental. ¿La temática? Una panorámica en plan Ray Davies de los lados oscuros de Los Angeles, la ciudad donde nunca llueve. Lo sorprendente es que la Mötley Crüe suena increíble, y se arriesga con la misma vehemencia de los Ramones o AC/DC a trabajar sobre su propio estilo. Autoconscientes de su leyenda y también de su legado al eternizar los clichés más reconocibles del rock, el cuarteto cumple.
Saints of Los Angeles, como los viejos discos, se escucha entero. Desde la introductoria "L.A.M.F" hasta "Goin' out swinging" jamás cesa la explosión de guitarras, gritos y tics clásicos de ese hair metal. Al parecer la banda lo pasó bien grabando. O tal vez, pensaban en las groupies y los cocteles que los esperarán en el camarín en las giras de este año.