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La otra favorita

La segunda versión de la obra de Donizetti en el Teatro Municipal tuvo al mismo régisseur que la primera, pero esta vez contó con la espléndida mezzosoprano uruguaya Adriana Mastrangelo. Y consiguió vítores similares.

27 de Agosto de 2008 | 16:45 |
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La estupenda Adriana Mastrangelo. Es estupenda como una destacada mezzosoprano y es estupenda como una común ciudadana uruguaya.

El Mercurio

Los largos y efusivos aplausos junto a los vítores al final de la función, similares a lo ocurrido durante la presentación, hablan del éxito obtenido por esta puesta en escena de “La favorita” (versión en francés) del prolífico Gaetano Donizetti. El éxito se sustenta además en la estupenda régie, escenografía, vestuario e iluminación de Hugo de Ana, quien una vez más ratifica en el escenario del Municipal su capacidad artística, la misma que le ha llevado con singular éxito a los más exigentes teatros de ópera del mundo. El otro sustento lo encontramos en el homogéneo grupo de cantantes escogido para el ciclo “Ópera Estelar” (llamado antes “Encuentro con la Ópera”).

La puesta en escena es simultáneamente concreta, onírica, surrealista, poética y por sobre todo de enorme belleza. Es la característica en los trabajos de Hugo de Ana. En ella mezcla proyecciones con elementos concretos, así como una extraordinaria iluminación, que focaliza tanto a personajes como situaciones, manteniendo el interés constante del espectador, y a la vez que sorprendiendo con sus aciertos (como aquellos que muestran simultáneamente el exterior y el interior de algunos recintos).

El régisseur no deja nada al azar. Atiende hasta los más mínimos detalles de lo que ocurre en el escenario. Desde la forma como caminan, se paran y ubican su brazos y manos los protagonistas, el coro, los bailarines y los comparsas, hasta sus expresiones faciales. También resulta difícil no destacar el uso de los espacios, que él expande o acota con naturalidad según la necesidad dramática.

El escenario es presidido por un enorme crucifijo suspendido sobre la escena. Desde allí adopta diversas posiciones de acuerdo al desarrollo dramático. En este caso la iluminación juega un rol fundamental, pues lo convierte en omnipresente en algunos casos o sugerido en otros. El piso, un plano inclinado de derecha a izquierda, está cruzado por una hendidura desde la cual pareciera haberse elevado la cruz. Esta especie de foso puede ser objeto de múltiples interpretaciones, incluso como metáfora de los quiebres emocionales de los protagonistas. El vestuario de gran belleza destaca con propiedad a cada uno de los personajes.

Los cantantes

“Leonor” fue cantado por la estupenda mezzosoprano uruguaya Adriana Mastrangelo. Su hermosa figura, acompañada de una gran actuación, está respaldada por su musicalidad y bella voz, con su dominio de los contrastes dinámicos, sus hermosos pianissimo y poderosos forte en toda la tesitura. Logró un emocionante final.

El tenor griego Mario Zeffiri, fue “Fernando” con bello timbre vocal, muy adecuado al canto “francés”, con agudos seguros y firmes. Pero estuvo irregular en su rendimiento:  brillante en algunas escenas, mientras que en otras su voz pierde brillo, incluso con afinación insegura. No obstante diremos que su acto final fue de envergadura.

Omar Carrión, el barítono argentino, encarnó a “Alfonso XI” con una voz cálida y musical que maneja inteligentemente. Perfiló muy bien el personaje que se mueve entre el poder absoluto y el cinismo. Con carácter inquisidor el bajo español Felipe Bou interpretó a “Baltasar”. Su voz, muy generosa en ciertas escenas, aportó el dramatismo necesario a la escena final.

Demasiado débil se sintió el timbre de Iván Rodríguez, el tenor chileno que cantó a “Don Gaspar”, mientras que la soprano Paola Rodríguez fue una grata sorpresa como “Inés”: es musical, tiene un bello timbre y genera un buen caudal vocal. La coreógrafa Tamara Kiriyak realizó una discreta coreografía para la débil música escrita por Donizetti, que es uno de los momentos triviales de la partitura.

El Coro del Teatro Municipal (que dirige Jorge Klastornick) dio una vez más cuenta de la excelente preparación con que enfrenta sus compromisos. Durante los saludos del final resultó extraño que su director no haya aparecido junto al resto del elenco. La Orquesta Filarmónica de Santiago estuvo dirigida por José Luis Domínguez, quien fue pulcro, marcando todas las entradas y cuidando los balances. No obstante lo encontramos un tanto inexpresivo. La orquesta respondió con su habitual profesionalismo.

Párrafo aparte merece el descomunal error en el programa impreso, donde en la portada aparecía Giuseppe Verdi como el autor de la ópera. Felizmente el error se corrigió en las funciones siguientes.