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Los repertorios de alto riesgo

El joven director Michal Nesterowicz tiene un proyecto muy claro y es llevar a la Sinfónica nacional a un nivel de excelencia al incorporar obras del siglo XXI en sus conciertos. Aunque el grueso del público no esté totalmente de acuerdo, tendrá que aceptarlo.

04 de Septiembre de 2008 | 11:47 |
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Nesterowicz va al frente con sus propósitos. Incluye en la Sinfónica música de difícil apreciación, pero no piensa en las críticas generales. Su impulso es a nivel estético.

El Mercurio

Muy seguro de sus medios tiene que estar un director cuando enfrenta a un programa como el que ofreció Michal Nesterowicz al mando de la Orquesta Sinfónica de Chile. El director ha ido paulatinamente incorporando obras con las que se propone llevar al conjunto a un nivel de excelencia. Un nivel que ya ha alcanzado en algunos de los programas de 2008.

La última presentación estuvo dominada principalmente obras de cámara, lo que permitió la rotación de músicos en los atriles, para atacar partituras de gran dificultad. El resultado es más que promisorio, aunque el repertorio no haya sido del gusto masivo. Lo importante es que se están dando pasos en busca de la consolidación de un sonido distintivo.

Recién el año pasado se estrenó en Inglaterra “kingpin” (así, con minúsculas), de la joven compositora Tansy Davies, en cuyos trabajos pretende establecer una síntesis entre la música docta y el rock experimental, además de alguna cercanía al jazz. La sugerencia de una “maquinaria” es el propósito de “kingpin”, logrado mediante disonancias, síncopas, contratiempos en una sucesión de esquicios melódicos, que se funden en atonalidades que no dan tregua. El conjunto siguió atentamente las instrucciones de la batuta certera de Nesterowicz.

Luego, Armands Abols interpretó como solista el “Concierto N° 1 para piano, trompeta  y orquesta de cuerdas” de Dmitri Shostakovich, una de las obras más líricas del compositor, la que bien podría ser considerada como neoclásica con alusiones al mundo contemporáneo. La estupenda versión de Abols encontró en Nesterowicz y sus músicos el justo reflejo, en una fusión de fraseos, intencionalidades, articulaciones y contrastes dinámicos de extrema elegancia y musicalidad.

Debemos mencionar aquí el gran trabajo del trompetista Luis Durán, quien tanto con sonido abierto o con sordina se paseó por los más diversos estados planteados por el autor, transformándose en el otro protagonista. Precisión rítmica y juegos melódicos contrastantes en el primer y tercer movimientos, se contraponen al lirismo del segundo, donde el tratamiento del piano recuerda en algún momento el contrapunto de Bach. Inolvidable fue el dolido tema de la trompeta en sordina en su diálogo con el piano. El hermoso sonido del piano fue replicado por el bello sonido de las cuerdas. Sin duda una gran versión, que obligó a Abols, a tocar como encore un tema popular de Letonia.

De interés variable es “Divertimento sobre Sellinger´s Round” de Michael Tippett, inspirado en obras antiguas, pero con tratamiento contemporáneo. La orquesta respondió con hermoso, homogéneo y musical sonido estas reelaboraciones de los temas originales, destacándose el “Lamento” inspirado en la ópera “Dido y Eneas” de Purcell.

Pensamos que esta sección fue la más inspirada y menos cerebral de sus cinco partes. En ella debemos destacar la musicalidad del solo de violín de Héctor Viveros. Para finalizar se interpretó la “Suite N° 2 de Daphnis y Chloé” de Maurice Ravel. Aquí participó la orquesta en pleno en una versión que calificaremos de soberbia. Por su sonido generoso y bello, con perfectos balances y afinación, precisos contrastes dinámicos, pero por sobre todo con exquisita musicalidad, que comenzó desde la clara batuta de Michal Nesterowicz. El director dirigió de memoria y así dio muestras de un cabal conocimiento de una obra que condujo por todos los vericuetos impresionistas, algunos de ellos extraordinariamente descriptivos.

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