Con 31 años transcurridos desde que se iniciara en 1987 con la banda chilena Fiskales Ad Hok, era justo acuñar un nombre para el estilo del guitarrista y cantante Pogo, y punk and roll es ese nombre. No sólo suena bien, sino además es real. Él siempre ha acercado el punk a sus orígenes en el rocanrol de los '50, y puncanrol es la palabra adecuada para señalar ese encuentro.
Así se llama también el primer disco (disponible sólo en Internet) de su actual grupo, Locos por Larry, con el que ya hacia 2003 andaba tocando en bares y fuentes de soda junto a la oleada de bandas de guitarras rockeras de esos años. Ahora más bien coincide con una nueva oleada de grupos punk como Los Pacos o Horrorlove, pero, más allá de cuál sea el momento, la dirección de Locos por Larry sigue clara, al son de ritmos de vieja escuela que deben haber bailado los padres o tíos del propio cantante: rock and roll o twist, al servicio de críticas contingentes y de fábulas sobre zombies y superhéroes de caricaturas que también pueblan la cabeza del autor.
"Yo soy así, y soy feliz, yo soy la mosca que te pica en la nariz", declara él en uno de estos coros, y justo una canción antes ya ha hecho rimar patriota con idiota, para empezar. Después de tres décadas Pogo no ha perdido la convicción del rock como un combate ni el gusto por los sonidos más afines a esta guerrilla, entre el punk, el rockabilly y la agilidad del hardcore. Es bien sabido que los Ramones tenían dos velocidades para tocar: rápido y muy rápido. Locos por Larry van más allá y en realidad tienen tres, como se oye claro en las primeras canciones del disco: "Patria, familia y propiedad" es rápida, "La mosca en la nariz" es muy rápida y "AmeriKa" empieza en un pulso pausado antes de acelerarse. Son doce canciones en 32 minutos, excelente promedio, con epicentro en el minuto 36 segundos de la canción "Boogie en la playa": ahí está la agitación instrumental con armónica que siempre ha sido el corazón del punk and roll de Pogo.