Bill Callahan pasó sin demasiada resonancia por Santiago. Pero los que estuvieron en el Cine Arte Normandie quedaron sorprendidos con su poética y musicalidad.
La SegundaEstán los cantautores empeñados en relatarnos su intimidad emocional, creyendo que así logran convencernos de su honda humanidad. Bill Callahan, en cambio, toma sus canciones como soportes de descripción visual, en extremo imaginativa, y es a través de esas imágenes externas que nos va dando atisbos de su rica vida interior. "Cuando llevo a los presos a nadar / se entretienen como nunca / Me encanta verlos flotar de espaldas / liberados y relajados", cantaba la noche del sábado 13 de septiembre durante esa suerte de monólogo del gendarme que construyó en "River guard".
Más tarde describiría las lecciones de vida que aprendió de los árboles ("Sycamore") y la sensación de montar un caballo roto ("Break horses"). Canciones que se han repartido en una discografía extensa (van doce álbumes y varios EPs en 18 años de carrera) suenan en esta gira despojadas hasta lo más esencial, pues incluso la batería que acompaña la guitarra eléctrica y voz de Callahan es contenida y discreta, puesta al servicio de una evocación que necesita la austeridad para reforzar su carga nostálgica e hipnótica.
Smog sonó algunas veces entre chelos, violines y pianos, pero en esta gira –para la que Callahan ha elegido su propio nombre a su antiguo seudónimo– la marca es la fuerza de una guitarra áspera, que aprendió más de un truco de la vieja técnica de los Velvet Underground (es siempre rock lo que sostiene este set, por muchas ganas que hoy existan para asociarlo casi todo al folk), y una voz de barítono que eleva a Callahan por sobre el esfuerzo promedio del cantautor de baja fidelidad.
Lo sabe el extraordinario baterista Luis Martínez, quien parece pedir permiso en cada pulso, cuidando de no resquebrajar la exquisita tensión que levanta su compañero. Callahan se sostiene al frente quieto y sólido como un monolito, sin mover un músculo siquiera cuando recuerda una infancia vivida "a sangre fría (...) / el tipo de recuerdo que convierte tus huesos en vidrio".