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Knowle West boy

26 de Septiembre de 2008 | 13:24 |

A trece años del fundamental Maxinquaye y luego de una seguidilla de seis discos decepcionantes, Tricky no tenía otra alternativa que preparar un nuevo álbum digno de la atención. Sería la última oportunidad que le darían auditores y críticos, cansados ya de su difuso cruce de géneros y de la pérdida del carácter frontal y urgente que fue capaz de sostener en sus inicios. Knowle West boy es no sólo la recuperación de esa antigua altura, sino también un álbum señero para nuevas formas de producción electrónica, utilización de ritmos e integración de texturas dentro de canciones de firme raíz jamaiquina y hip-hop.

El compositor retoma su técnica habitual de trabajo: combinación de secuencias electrónicas con guitarras eléctricas y voces invitadas junto a las cuales apuesta a atraer el oído a través de colores de contraste. Hay aquí canciones violentas y sacudidoras, y también los climas aparentemente calmados de "Cross to bear" o "Joseph", ambos con versos vinculados a las dificultades del crecimiento (el título del disco es el nombre del barrio en el que creció el autor). Pero las mejores piezas son las que contienen ambos extremos en menos de tres minutos. "Puppy toy", por ejemplo, que comienza como la conversación suelta en un bar y de pronto se convierte en un grito rockero con riffs desvergonzados, tipo Aerosmith.

La voz de la francesa-marroquí Lubua convierte a "Veronika" en una extraña marcha marcial-sensual, como el desfile que podrían organizar alguna vez las trabajadoras sexuales. Y el fenomenal single "Council estate" es un himno punk con multitud de voces que te golpean sin que sepas desde dónde. Para cuando llegamos al magnífico cover para "Slow", de Kylie Minogue, volvemos a recordar qué es lo que adorábamos de Tricky: su disposición permanente a la provocación, su iconoclastia, su profunda negrura de humor, de actitud y de influencias.

—Cristina Hynde

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