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Solo en el laberinto

González es cada vez menos el ex baterista de Lucybell y cada vez más un cantante solista, al menos si se trata de su equipaje. El 22 de octubre lanza Laberinto, su tercer disco personal, fogueado en vivo y rockero, dice. "Si estás en un club a las dos de la mañana, no funciona el tema lento".

30 de Septiembre de 2008 | 21:21 |

Francisco González sale a la calle esta mañana y puede sentirse un hombre querido por sus amigos. Es hora de dar una entrevista a propósito de su tercer disco, pero no todos los días se cumplen 36 años y su celular suena en poco más de media hora siete veces con llamados de felicidades. Con año nuevo y casa nueva en un barrio de Santiago, el músico completa además la trilogía con disco nuevo. Laberinto se llama el álbum con el que, después de dejar atrás en 2006 su pasado como fundador y baterista de Lucybell, ahora confirma su rumbo como cantante solista.

-Sentí que era un nuevo reto. Que tenía que no repetirme, dar diez pasos más adelante, no uno -calcula González, que de hecho tiene dos pasos previos en su historia. El primero es el disco de música electrónica Óvalo (2002), grabado cuando todavía era parte del grupo, y el segundo es su debut como cantante con el contemplativo Mi propia luz (2006). En el tercero, Laberinto, están reunidas las canciones más rockeras que escribió en los últimos meses. Salvo una. La que precisamente se llama "Laberinto", explica.

-¿Y no hace falta en el disco la canción que se llama como el disco?
-Me parece que está redondo. La palabra "Laberinto" me resumió el proceso. Es como haber entrado a un laberinto a buscar cosas, emociones, a buscarme, a investigar, a perderme. Éste fue uno de los períodos de discos más intensos que he vivido. Ni siquiera con Lucybell. Pero a diferencia del otro aquí tenía las cosas más claras. No divagué tanto.


González, de pie


Varias cosas pasaron en la vida de González antes de sacar Mi propia luz en 2006. Dejó al grupo donde estuvo por década y media, se cambió de California a Santiago, empezó a firmar como solista. En cambio una cosa principal le pasó antes de este nuevo disco.

-Lo empecé a pasar muy bien tocando Mi propia luz en vivo -explica-: rockeando los temas, con la energía de la banda, de ver cómo la gente empezaba a enganchar. La adrenalina, el contacto con la gente.

Por eso Laberinto suena más guitarrero y fuerte, dice.

-Todo me empezó a llevar a ese lado. El otro disco lo hice harto en la casa, sentado, con el paisaje. Este disco tenía que ser compuesto de pie. Y fue un ejercicio que hice: casi todos los temas están compuestos de pie. Quería desembolsar ese tipo de energía. No fue un disco tan bucólico. Tampoco es un disco callejero, pero es más urbano, de estar dando conciertos.

-¿Cómo recuerdas ahora tus inicios como cantante hace dos años?
-Sentí mucho prejuicio alrededor. Como "¿Y éste?". Como "Esto ya es pop, no es de los nuestros". O "Ya no es electrónico, no es de lo nuestros". Al principio. Después, mucho con por qué había dejado a Lucybell y a la batería. Ahora nadie me pregunta por la batería ni por Lucybell. Es parte del camino. Éste disco es más frontal. Tiene más carácter. Se tornó más blanco y negro, si tengo que elegir dos colores.

-¿No te gusta tanto el anterior?
-Es triste. Es más melancólico. Tiene mucho tema lento. Y en vivo, si estás en un club a las dos de la mañana, no: no funciona. No funciona cuando estás conquistando nuevas orejas aparte de las orejas que te fueron a escuchar.

-¿Y qué tanto te hiciste escuchar a nuevas orejas?
-Yo creo que este disco es sin concesiones. A mis ojos no es tan amable como el otro disco. Creo que va a capturar gente nueva.

-¿Por eso mismo? ¿Paradójicamente?
-Sí. Aunque la conclusión la voy a sacar dos años después. Pero ya no veo a un público muy marcado, como cuando antes podía decir que era un público oscuro, gótico. Ahora es en vivo y es gente de la calle, de treinta (años), mayor de treinta, y gente más chica que algo cachaba de que yo era un Lucybell.


Hasta que duela


-Varias letras de estas canciones son en primera persona. ¿Te acomoda más eso que retratar lo que pasa alrededor?
-Lo veo súper personal. Antes de lanzarme y empezar a escribir mi propio material estaba leyendo mucho a (Oscar) Wilde. Y Wilde decía que su arte y su vida eran la misma cosa. En esos días todavía estaba en Lucybell y no podía separar mucho lo mío. Hoy día ya hice Óvalo, ya hice Mi propia luz, ahora está Laberinto. Me sale mucho más natural hablar de mi experiencia que de terceros. Me parece más emocionable para mí mismo hablar de algo que me toca de manera personal. Si me duele cantarlo no suena lo mismo que si canto de algo más efímero.

-¿No es más incómodo mostrarse de ese modo?
-Me preocupo de que sea universal. Me gusta eso por ejemplo de (Gustavo) Cerati. Son siempre puntos de vista personales, pero si es una situación de amor cada uno se puede poner en esa chaqueta y sentirla cálida o seductora.

Después de reformular a su banda el año pasado, Francisco González está tocando hoy junto a un trío integrado por Jorge Flores, ex guitarrista de los grupos Malcorazón y Rever, por su hermano Sebastián González en el bajo y por Andrés Valenzuela en batería. Y todavía recuerda qué música mostró al baterista para darle una referencia del sonido que buscaba.

-Queens of the Stone Age. Foo Fighters. Black Rebel Motorcycle Club -enumera, en una trilogía entre rock pesado y guitarras oscuras.

-¿Cómo es haber sido baterista y tener a otro baterista en tu grupo?
-Me imagino cómo podría tocar la batería para cada canción. Pero prefiero decir "haz lo tuyo, ponle tu carácter".

-¿Y cómo es tocar con tu hermano menor?
-Soy súper exigente con él. Le hice audiciones tal como a los otros quince o veinte chicos que llegaron. Al comienzo era un poquito de temor, porque no quería mezclar las cosas, pero al final el proceso demostró todo lo contrario. Ha sido un tremendo aporte al disco la energía de los dos, que son menores. Tienen 23 y 24 años -explica Francisco González. Minutos más tarde, en cambio, una nueva llamada se encargará de recordarle que él tiene 36 recién estrenados.

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