EMOLTV

Michel Houellebecq y Bernard-Henry Lévy descubren el libro más esperado del año en Francia

Presentado como un acontecimiento único, el libro conjunto de ambos escritores ya se llena de calificativos: narcicista, autocomplaciente y filosóficamente profundo son algunas de las expresiones para "Ennemis publics".

06 de Octubre de 2008 | 09:03 | DPA

PARIS.- El libro conjunto del escritor francés Michel Houellebecq y el filósofo Bernard-Henry Lévy, "Ennemis publics" (Enemigos públicos), no sólo es un genial golpe de marketing. Según muchos, se trata de una obra de una calidad mayor a la esperada.


Y es que en vez de autocomplacencia y compadecimiento de sí mismos como víctimas de los medios, el lector se ve confrontado con disertaciones filosóficas sobre Blaise Pascal y Michel Foucault, con reflexiones profundas sobre el miedo y la vergüenza y con un duelo intelectual, que permite ver más allá del narcisimo de estos dos astros mediáticos.


El libro fue promovido desde hace semanas como el gran acontecimiento de la temporada literaria francesa. A mediados de agosto, la editorial Flammarion anunció un libro "XXX" de dos autores famosos con una sensacional primera edición de 150.000 ejemplares, "du jamais vu" (jamás visto) en la historia de la literatura francesa. Y en vez del 8 de octubre, el libro salió al mercado una semana antes.


Se trata de un intercambio epistolar que comenzó el 26 de enero de 2008 en Bruselas. En su primer escrito a Lévy, Houellebecq prepara con su estilo directo el tema del libro. Se describe como nihilista, reaccionario, cínico, racista y misógino, que hace algunos años alcanzó fama literaria "sólo por una increíble confusión en el gusto de periodistas desvalidos" y resume: "Somos dos tipos muy diferentes, pero tenemos una cosa en común: somos dos individuos bastante dignos de desprecio".


El debate quedó abierto y determinado el tono: preciso, directo, irónico y, sin embargo, menos cínico de lo habitual.


Lévy, al que en Francia se llama sólo por sus iniciales BHL, respondió de inmediatio y en su respuesta de sólo un día después plantea la pregunta que sirve de hilo conductor al libro: "¿Por qué tanto odio, sobre todo, contra los escritores?". Y así el arco se amplía a Sarte, Cocteau y Baudelaire.


Houellebecq deja en evidencia su contradictorio deseo de ser querido y desagradar al mismo tiempo, y BHL admite que tiene un ego a prueba de balas ante los ataques y un espíritu bélico. "Me imagino así a los escritores que admiro: vivir y morir con el arma en la mano".


Tras un primer autoanálisis radical, pero a veces también autocomplaciente, el intercambio epistolar gana en profundidad emocional a mediados de febrero. Houellebecq quiere cambiar de género y propone una "literatura de confesión", que lleva a ambos a escribir sobre su infancia y a retratar a sus padres.


El padre de Lévy creció como pobre niño judío en Argelia y se hizo rico como comerciante de madera tras huir a Francia. Houellebecq, hijo de un guía de alta montaña y una anestesista, fue criado por su abuela a partir de los seis años. Padres que viven retirados e hijos que hoy se quejan de estar en el centro de la atención que al principio ambos buscaron apasionadamente.


En este libro de más de 300 páginas, una y otra vez Houellebecq y BHL hablan de periodismo y de crítica literararia, a la que ambos desprecian. Sobre todo Houellebecq es implacable con los periodistas, a los que acusa de idiotas y cretinos, y a los que menciona por su nombre. Por eso el mundo literario ya se está preparando para la respuesta de los aludidos, que aún no se ha producido.


El libro es el resultado de dos cerebros racionales, que no podrían ser más diferentes: Houellebecq, considerado pesimista y provocador, pobre en emociones, y BHL, el moralista brillante de aspecto juvenil de la camisa blanca abierta, que lucha por los derechos humanos.


Pero a ambos los une más que el estigma autoadjudicado de "enemigo público". Ambos tienen personalidades calificadas como fuertemente narcisistas. Así, Houellebecq comenta: "Cuando un país es fuerte y seguro de sí mismo, acepta sin quejarse las dosis de pesimismo de sus escritores, no importa cuán grandes sean. La Francia de los años 50 soportó sin reparos a personas como Camus, Sartre, Ionesco y Beckett. La Francia de hoy, en cambio, tiene dificultades para aguantar a personas como yo".

EL COMENTARISTA OPINA
¿Cómo puedo ser parte del Comentarista Opina?