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Tres brandenburgueses sofocantes

Debido a la urgencia de aislar el ruido externo del Aula Magna del Centro de Extesnión UC, esta sala de conciertos ha sido herméticamente sellada. Eso no sólo genera un calor insorportable por la falta de ventilación: también produce graves efectos en la afinación de los instrumentos.

13 de Octubre de 2008 | 10:54 |
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Manfredo Kraemer, la lección de violín y barroquismo historiográfico. El solista argentino lideró la jornada junto a la Orquesta de Cámara UC.

El Mercurio

Del mayor interés fue la visita que realizara al Instituto de Música de la UC. Es Manfredo Kraemer, un destacado violinista y director argentino experto en música barroca, quien ha desarrollado una importante carrera en los más prestigiosos conjuntos europeos y con destacados directores especialistas.

Ahora actuó junto a la Orquesta de Cámara UC formada con alumnos de esa casa de estudios y músicos invitados, quienes recibieron por parte de Kraemer una verdadera lección de estilo, tanto en interpretación como en el manejo de las articulaciones y arcos de los instrumentos de cuerda. El entusiasmo y la entrega que mostraron estos jóvenes durante el concierto validó completamente su visita.

En los tres “Conciertos Brandenburgueses” de Johann Sebastian Bach que se interpretaron en esta oportunidad, cada intérprete lo hizo de pie, salvo chelos y el clavecín. Ahí fueron patentes ciertos aprendizajes: postura, manejo de los arcos, ataques, respiraciones, uso de la dinámica y, por supuesto, con una aproximación estilística de primer nivel.

Todo habría sido perfecto de no mediar el insoportable calor reinante en la repleta Aula Magna del Centro de Extensión, sala que para aislarla del ruido exterior, tiene ventanas dobles de vidrio con nula ventilación. Un inconveniente que además de afectar al público tiene una incidencia enorme en la afinación de los instrumentos, en particular en el clavecín y en la combinación sonora de violas da gamba con cuerdas modernas.

El “Concierto Brandenburgués N° 3 en Fa mayor” para cuerdas y clavecín dio inicio al programa. Mostró un sólido y hermoso sonido, de enorme vitalidad y fraseos de gran organicidad, haciendo gala de estupendos contrastes y progresiones dinámicas. El segundo movimiento, que es una breve cadencia a cargo del clavecín, fue reemplazado en esta oportunidad por otra más extensa con un desarrollo en diálogo entre el violín el chelo y el clavecín. La gran velocidad con que tomaron el tercer movimiento, no fue obstáculo para destacar las frases entre los diferentes grupos, así como algunos interesantes acentos marcados por el director. No obstante, en este movimiento fue evidente la influencia del calor en los instrumentos.

Luego continuaron con la versión del “Concierto N° 6 en Si bemol mayor” para cuerdas sin violines, que en este caso fue interpretado por dos “violas da braccio” dos “violas da gamba” chelo y clavecín. El notable empeño de cada uno de los participantes, incluidos los gambistas invitados (Gina Allende y Francisco Mañalich), no fue suficiente para superar los problemas mencionados anteriormente, donde la incomodidad de los músicos ante las desafinaciones y la falta de un director o concertino que marcara tempos, desdibujó los interesantes fraseos y articulaciones marcadas.

La presentación finalizó con el “Concierto Brandenburgués N° 1 en Fa mayor”, el primero de la serie escrita en Coethen. Para esta obra se requiere de un grupo de maderas y cornos, además de las cuerdas. Participaron en ella Edward Brown y David Villegas en cornos, Rodrigo Herrera, Camila del Pozo y Paula Persen en oboes, Patricio Cano en fagot, y como en el resto del programa la solvente Verónica Sierralta en el clavecín. Para esta obra Manfredo Kraemer utilizó un violín piccolo ampliando el rango sonoro en timbres.

Lo primero que resalta es la gran claridad en concepto y  diálogos entre las diversas familias instrumentales, apreciándose fraseos que realzaron notoriamente el contrapunto. Creemos que el homogéneo y hermoso sonido, sólo fue interferido por el excesivo sonido de los cornos, quienes lo equilibraron posteriormente. El segundo movimiento se caracterizó por el bello sonido y sus expresivos diálogos. En el tercero los balances fueron estupendos, debiendo destacar el solo de violín, los ajustados cambios de pulso y el casi totalmente perfecto sonido de los cornos, que tuvieron alguna dificultad en los agudos.

En el cuarto movimiento, de carácter danzable, debemos destacar a las maderas por su bello y musical sonido en la sección central, los solos en las cuerdas en los cambios de tempo y la gracia de los diálogos de oboes con cornos. Casi exhaustos por el calor los músicos agradecieron los interminables aplausos, que hicieron olvidar los inconvenientes.