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Un día

20 de Octubre de 2008 | 07:49 |
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Vaya y googlee usted el nombre de Juana Molina y el de su nuevo disco. Casi todos los cientos de links con comentarios del quinto álbum de la argentina están escritos en inglés. Y no en cualquier sitio. Revistas y diarios de prestigio de Estados Unidos e Inglaterra se ocupan presurosa y detalladamente de un trabajo por el que tradicionalmente han aplaudido más fuerte las puntas de lanza del rock de vanguardia (inclúyase a Feist y David Byrne) que los propios compatriotas de la actriz bonaerense: a quien, en Argentina, siguen asociando todavía más a la comedia televisiva que a la música.

Siempre hay algo snob en atender a lo cercano sólo cuando nos ha llegado ya digerido desde un lejano paladar sofisticado. Pero incluso si a Juana Molina se llega por el interés súbito en su halo de mujer con onda, quedarse junto a ella se hará inevitable desde el más profundo asombro y sincero afecto. Es probable que, de todos sus álbumes, Un día sea el más cálido, como si la cantautora se hubiese ya acomodado en su innovadora fórmula de guitarra acústica, bases electrónicas e indescifrables juegos vocales (el término "folktronica" se repite en muchos de los reviews en inglés) y esté dispuesta a dejarse llevar por el resultado, sin mayor cálculo ni intervención cerebral. Como en la música de la francesa Camille, sus juegos vocales no son sólo la armonización de líneas melódicas, sino también el apoyo generoso en recursos tales como el susurro, el murmullo y el scat.

En comparación con sus anteriores discos, hay mayor descanso aquí en el ritmo de una percusión insistente, construida con timbales y bombo legüero, y ordenada muchas veces en loops de efecto hipnótico. Sin corsés de estructura pop (éstas son canciones largas y sin estribillo), Molina se deja arrastrar por el sonido, llevándonos de paso a nosotros en su flujo incierto y cautivador. Camina la cantautora hacia la disolución completa de los estándares con los que aprendió a cantar, y aspira a que "un día voy a cantar las canciones sin letra / y cada uno podrá imaginar / si hablo de amor, de desilusión / banalidades o sobre Platón". Hacia esa misma ingravidez queremos ir con ella.

—Cristina Hynde