Deben figurar pocos cambios tan bruscos en el pop chileno, por más que haya cinco años en medio. El primer disco de María Ela, Voy a cantar (2003), era quitado de bulla, con carátula inocente y canciones de títulos como "Timidez". Tibio, en una palabra. Ahora vuelve con Jabón (2008), que de tibio no tiene nada: con letras que muestran los dientes y con polera mojada en la carátula, la cantante se tira de lleno a la tina, que en su caso es otra forma de tirarse a la piscina.
Si es por hallar contrastes, el primero data de la época en la que Mariela Muñoz se iniciaba en el canto como corista de TV a fines de los años '90. De entonces debe provenir también su técnica vocal, demostrada aquí en los distintos matices, falsetes, vibratos y otros recursos que sabe manejar bien. Con esa base, Jabón está hecho del tipo de canciones que van a la ofensiva para demostrar lo fuerte que puede ser una mujer. María Ela canta afectada, suspira, encara, increpa y pasa la cuenta de modo que tras estas diez canciones se pueden adivinar otras tantas canalladas como inspiración.
Es sintomático que en la canción "Amantes" elija el blues, que para muchos es sinónimo de aguante o firmeza, y luego encara en la siguiente con versos como "Devuélveme las promesas que me hiciste" respaldados por guitarra, piano, órgano y unos coros a lo Chancho en Piedra todo a la vez. Hay sonido flamenco con cajón peruano de "Perla lujuriosa", y si llama la atención el charango contra guitarra distorsionada a ritmo de trote nortino que se oye en "A pasos de ti", la sorpresa es mayor con el pulso mapuche, la trutruka y el mapudungun de "Piticona". El sonido cambia, el mensaje es constante, y equivale más o menos a lo que cantó Sinéad O'Connor en 2000 con "No man's woman" y sobre todo a lo que dijo Mari Trini en 1972: "Yo no soy esa que tú te imaginas".