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Le cortaron las alas

Tal vez se necesitaron más ensayos para abordar la grandiosa obra de Stravinsky "El Pájaro de Fuego". Comparado con la contundencia de las estaciones de Vivaldi y la audacia de la electroacústica del chileno Cantón, la música del maestro ruso quedó en deuda.

23 de Octubre de 2008 | 10:20 |
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El compositor chileno Edgardo Cantón se atrevió a 'electrificar' a una orquesta mayor. Su obra mixta con soporte y guitarras eléctricas incluyó a toda la Sinfónica en acción. Resultados: dispares.

Universidad de Chile

Contrastes de todo tipo fueron los que escuchamos en el más reciente concierto de la temporada 2008 de la Orquesta Sinfónica de Chile. Contrastes en estilos y en resultados, que es lo se podría esperar de programas tan arriesgados como éste, presentado por Michal Nesterowicz junto a su conjunto. En este caso creemos que tal variedad necesitaba de una mayor cantidad de ensayos, por lo menos para la obra de Igor Stravinsky que resultó perjudicada frente a la excelencia de Vivaldi y la solvencia mostrada en la obra del chileno Edgardo Cantón.

El concierto se inició con una deslumbrante versión de “Las cuatro estaciones” de Antonio Vivaldi, donde actuó como solista el genial violinista ruso Sergey Dogadin de 19 años. Es un músico que toca fenomenalmente. Al verlo actuar, pareciera que juega con el instrumento y así revela todos los secretos técnicos con asombrosa facilidad. No obstante el éxito que obtuvo Dogadin no habría sido posible de no mediar la estupenda dirección de Nesterowicz y la fantástica perfomance de los músicos que participaron, quienes lograron una unidad pocas veces escuchada.

La versión destacó el carácter luminoso y descriptivo del barroco italiano, donde lo cantabile es primordial. Aun más: se alejó de cualquier patrón conocido, no para buscar  efectos vacíos, sino para desentrañar de esta maravillosa música, con nuevas intencionalidades en cuanto a dinámica y contrastes, pero sin abandonar el estilo.

Dogadin encontró en Celso López –chelo contínuo- el complemento perfecto en articulaciones, fraseos e intencionalidad. Del mismo modo, el clavecín de Luis Alberto Latorre dio el sustento justo en los sugerentes adagios donde su instrumento asume un rol vital. Estos cuatro conciertos no sólo requieren de un gran solista, también lo deben secundar en pequeños pero muy importantes solos: violines primero y segundo y viola, para quienes sólo tenemos los mejores conceptos. En cuanto a la categoría del resto, creemos que el público lo hizo saber ovacionando sin reservas al cuerpo de cuerdas, ya que en pocas ocasiones se ha escuchado un sonido tan hermoso, con pianissimos de una perfección y expresión asombrosa. 

Sería bastante injusto señalar algunos logros por sobre otros, en una versión que quedará en la memoria de todos los que la escucharon, tanto por el virtuosismo arrollador de Dogadin, como por la entrañable versión conseguida por el resto de los músicos.

El pájaro de Stravinsky

Luego se escuchó en versión mutilada la versión de 1919 del ballet “El Pájaro de Fuego” de Igor Stravinsky. Sólo los tres números finales. En este caso creemos que el director, confiado en el profesionalismo de sus músicos y en el hecho que la obra es de repertorio frecuente, le dedicó menos ensayos de los requeridos. El resultado fue una versión bastante cruda, con sonido poco homogéneo y descuidado, pero por sobre todo tensa y con escasos momentos musicales.

El concierto finalizó con el estreno mundial de “Al Mumit”, del joven compositor chileno Edgardo Cantón, especialista en música electroacústica, con estrenos tanto en Chile como en España. “Al Mumit” está definida como una obra mixta, pues además del soporte electroacústico que es casi permanente, suma la orquesta en pleno, un coro (en esta oportunidad el Coro de la Universidad Central cuyo director se omitió en el programa), un poema recitado en un idioma oriental, el grupo La Tierra de Larry, compuesto por guitarras acústica y eléctrica, mesa de mezcla y computador.

La obra, un gran collage cuyo eje es la muerte como paso a otro estado, está dedicada a tres personas influyentes en la vida de su autor, y es en esencia una secuencia de imágenes, colores, timbres y atmósferas donde la acusmática (música pregrabada) juega un rol muy importante. Tiene secciones atonales y otras de carácter más tonal, generalmente en el vocalise del coro. La agrupación que tuvo un correcto y profesional desempeño.

Para la orquesta, “Al Mumit” no reviste mayores desafíos técnicos. En rigor la dificultad la tiene el director para concertar toda la enorme masa de intérpretes, de los cuales a algunos resultó imposible escuchar, al competir con el sonido de una gran cantidad de instrumentos, como es el caso de las guitarras, que se vieron tocando, pero nunca se escucharon. Algo similar ocurrió con algunos recursos técnicos en algunos instrumentos.

Para esta obra Nesterowicz realizó un concienzudo trabajo, que se tradujo en una solvente versión, que sirvió para dar a conocer otra obra de un joven compositor nacional, que es una de las labores de importancia que tiene la Orquesta Sinfónica de Chile. Como una reflexión irreverente, diremos que tal vez con una duración menor, la obra ganaría en interés que decae al repetirse algunos de sus recursos. Una noche de contrastes en todo sentido en la Sinfónica.

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