La pianista Luisa Cánepa no logró sumergirse en el estilo popular de Gershwin para su 'Rhapsody in blue', a pesar de las adelantadas condiciones técnicas que maneja.
El MercurioCon cada nuevo programa de la Orquesta Sinfónica Michal Nesterowicz está demostrando una versatilidad asombrosa. Es indudable que este gran abanico de estilos y autores es respaldado por un acucioso estudio de las partituras que enfrenta, y si a ello sumamos su innegable talento y musicalidad, se llega inevitablemente a conciertos de tal calidad que ya Nesterowicz se está convirtiendo en un referente para el público. Esto a juzgar por la gran convocatoria de público que colma el Teatro Baquedano en cada una de sus presentaciones.
En esta oportunidad abordó exclusivamente obras del estadounidense George Gershwin, autor que en buena medida en un anexo entre lo docto y lo popular. Su música está íntimamente ligada al blues, al gospel y al jazz, convirtiéndose en cierta medida en el modelo que tomarían muchos de los futuros compositores de comedias musicales. Es por ello es que al escuchar muchos de los musicales estadounidenses escritos con posterioridad, es evidente la influencia que Gershwin tuvo en estas composiciones.
A lo largo de todo el programa el rendimiento de la orquesta fue del nivel a que Nesterowicz la ha llevado: hermoso sonido, afinación estupenda y por sobre todo con la musicalidad y estilo necesarios para este tipo de música. Esto último es un tremendo logro del director polaco.
El programa que fue modificado en su orden, en lo que parece ser una verdadera costumbre que termina por confundir al público. Se inició con la Obertura de “Let´em eat cake”, una de sus comedias musicales que mostró el buen nivel de los bronces, homogeneizados perfectamente con el resto de la orquesta. Luego vino la “Obertura cubana”, donde los ritmos caribeños son una constante. Aquí debemos destacar los solos de clarinete y oboe de enorme musicalidad, insertos en las progresiones que en su discurso evocan desde lo hispano hasta el “Porgy and Bess”.
La hermosa pianista Luisa Cánepa interpretó a continuación la famosa “Rhapsody in blue”, apreciándose aquí su segura técnica de digitación impecable. Habría asegurado un rotundo éxito, pero no fue así. Al parecer la juventud de la solista le impidió un acercamiento al estilo, el que necesariamente debe aproximarse a las raíces de lo popular, que están ancladas en el jazz y el “negro spiritual”. Además pensamos que su enfoque fue íntimo. Tocó con poco peso, por lo que su sonido no pudo sobreponerse al cuerpo orquestal en varias de las secciones.
La Obertura de “Strike up the band”, de pulcra orquestación y que es una síntesis entre lo clásico y lo popular, recibió de la orquesta una gran versión. El poema sinfónico “Un americano en París” cerró el concierto. En este caso el director destacó los contrastes dinámicos, logrando excelentes resultados en la participación de los solos instrumentales. Tanto la orquesta como el público parecieron gozar con esta descripción de la vida de una americano en París. Debido al entusiasmo del auditorio, Nesterowicz y sus músicos repitieron como encore un fragmento del final, provocando un delirio. Un concierto que mostró el alto nivel de la orquesta, con un director que depara en cada presentación novedades de la más alta calidad.