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Soy fácil

Si en Argentina el credo Rolling Stone domina los barrios, con Babasónicos supera los límites. En vez de decir "Oh yeah", dicen "Oh sí" y les queda perfecto. Adrián Dargelos, el alma de la fiesta en el concierto del Teatro Caupolicán, tiene su propia explicación: "No soy de Argentina, yo soy del rock".

24 de Noviembre de 2008 | 11:47 |
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The Glimmer Twins: Mariano Roger y Adrián Dargelos en acción. Los Babasónicos se impusieron en el Caupolicán por letra y música.

Gonzalo López

Adrián Dargelos no es un primor, pero sabe que eso no importa cuando se es un babasónico: “No tenemos obligaciones con nada porque somos Babasónicos”, dijo una vez. Tiene la categoría perenne de estrella para las multitudes y también tiene a favor algo mucho menos leve: la cualidad compositiva de las canciones en este último lustro de la banda argentina, que, no se puede negar, son estupendas.

La escena ahí es peculiar: el pequeño Dargelos parado en un punto de altura sobre los amplificadores del costado izquierdo del escenario del Teatro Caupolicán, con los brazos abiertos en toda su envergadura. Observa sonriente a cinco mil personas rendidas en un paneo de cámara. Lo hace después de cantar una línea de la canción “Puesto”, que termina diciendo cuatro veces “Soy hermoso”. Eso es tener cancha.

La cancha la tienen también todos los otros babasónicos. Los cinco restantes, metidos a presión en patalones pitillo blancos, como Dargelos, salvo el nuevo bajista. Se llama Carca, un músico con carrera solista y gran cantidad de posteos en su contra en blogs trasandinos. Ha sustituido en vivo a Gabriel Manelli desde que su salud comenzó a empeorar y en el Caupolicán calzó un ajustado modelo amarillo. Uno se pregunta de dónde sacan los Babasónicos a un tipo como ése, un rolling stone más de la plana, enorme, de cabellera afro, haciendo el buen papel de Bill Wyman en el escenario, impertérrito en su posición y con espléndido sonido vintage de su instrumento. Pero la respuesta es fácil: “rollingas” así salen de todos los barrios de Buenos Aires.

Después de la muestra de rock grandilocuente y estridente de los chilenos Lucybell, con la galería de niñas a su entera dispocisión, sigue el turno de los argentinos. Esos Babasónicos interpretan sus roles en el escenario, en un comportamiento aprendido del ABC del rock and roll. Debe de ser agotador mantenerse como estrella rockera 24 por 7, o sea, cada hora de un día; cada día de una semana. Mariano Roger, uno de los dos guitarristas, juega a ser Ketih Richards y se exhibe en la otra esquina a las fanáticas de la platea, Dargelos va en su busca con unos pasos de baile copiados a Mick Jagger. Todos usan melenas tipo The Strokes, o sea como los Rolling Stones.

En ese cuadro de espectáculo parece haber dos tipos de repertorio babasónico. Uno es el rockero, de ritmo y riff, ciento por ciento argentino, y que salvo “¿Y qué?” no es tan eficiente como el otro, el de la canción melódica y melodramática, que es la canción que marca la estética de la banda en esta década: “Me da igual que te sea indiferente / ya darás un paso en falso”, es una buena combinación de líneas en un verso de “Los románticos”, una de las canciones melódicas, que junto a la serie completa de clásicos pone de cabeza al teatro capitalino: de “Putita” a “Pijamas” hay nada más que un paso a la alcoba y con este final de clímax la ovación ya es absoluta: Todos los Babasónicos conectados al micrófono para los unísonos y los canon vocales. Es la canción que empalma las dos mejores del disco Anoche (2005), en ese mismo último coro: “Carismático” (“tengo que aprender a fingir más / y no mostrar lo que siento”, pegada a “Yegua” (“algunas noches soy fácil / no acto límites”). Soy rock, soy hermoso, soy fácil, soy babasónico.