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Coreógrafo Gigi Caciuleanu sorprende con ballet dedicado a Verdi

Nuestro crítico de música clásica, docta, ópera y ballet revisa los pasajes de "Verdi-Réquiem" por la compañía Banch de la Universidad de Chile.

01 de Diciembre de 2008 | 12:51 | Gilberto Ponce, El Mercurio Online

SANTIAGO.- Un espectáculo de categoría fue la última propuesta coreográfica de Gigi Caciuleanu para su compañía el Banch de la Universidad de Chile. No obstante, pata gozar de él es preciso abstraerse de cualquier relación con el contenido del texto de la música del Réquiem de Verdi, pues ello llevaría a una observación errada de lo propuesto por Caciuleanu, que tal como lo plantea es “un himno a la vitalidad de la energía humana”, un recorrido desde la muerte hacia la vida.

Las coreografías de Caciuleanu contemplan casi siempre un sustento en escenografía y de vestuario de Dan Mastacan en un planteamiento en extremo unitario, junto la iluminación de Esteban Sánchez. Sería largo detallar la cantidad de sugerencias y símbolos en cuanto a color y uso de diversos elementos de apoyo, como varas, escalas, enormes ruedas, una gran mesa, banquetas, máscaras gigantescas o un marco de madera que sirve de sustento para la coreografía de uno de los bailarines, sin olvidar el impacto visual del coche de guagua del fragmento llamado “Desmultiplicación”.

Caciuleanu creó una serie de poemas a partir de cada una de las secciones del “Réquiem” de Verdi. Allí es donde hay que buscar las claves de la coreografía, por eso fue del mayor interés el que el coreógrafo junto a parte de la compañía, explicara al público algunas de la metáforas y símbolos de ella al final de función.

“Verdi-Réquiem” es en cierto modo cíclico, pues algunos de los personajes del comienzo reaparecen al final, mientras que el vestuario ha mutado desde la variedad de colores en las primeras partes hasta el blanco que inunda también el escenario como símbolo del triunfo de la vida al final de la obra.

Fragmentos escénicos y dinámicos

Una vez más podemos constatar el magnífico estado técnico y físico de la compañía, certero en sus movimientos tanto de conjunto como en los individuales. Sin desconocer el valor de algunas de sus partes, quisiéramos destacar el impactante comienzo de César Sepúlveda y Rita Rossi quienes simulan un verdadero ovillo que se desenreda creando en momentos verdaderas esculturas que recuerdan las Totila Albert en contraste con el grupo del otro extremo del escenario.


Consideramos así mismo relevantes “Líneas de fuerza” (Cristián Contreras, Gonzalo Venegas), “Sueños perpendiculares” (toda la compañía), “Mesa del Silencio” (Carola Alvear) de impresionante fuerza y precisión, “Pasos” (Natalia Schonffeldt, Valentín Keller), “Dúo con variaciones” (Vivian Romo, Alex Gauna), “Pájaros y violencia” César Sepúlveda y parte de la compañía), “Lacrimosa” (Kana Nakao, Jorge Carreño) por su emotividad, “La soledad del Rey” (Cristián Contreras), “Geometrías variables” (Kana Nakao, Alex Gauna, Mauricio Cáceres, César Sepúlveda), “Boda secreta” (Juan Carlos Ahumada, Carola Alvear, Vivian Romo) por lo inesperada e impactante, “Cielo cuadrado” (Jorge Carreño) de gran poesía y “Sueños” (Paola Moret).

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