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"Santiago en 100 palabras" ya tiene ganadores

Una concursante de 25 años se impuso con un relato sobre la soledad. Se llevó un millón de pesos.

01 de Diciembre de 2008 | 19:52 | El Mercurio Online
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Los cuentos ganadores podrán leerse en las próximas semanas en las estaciones de Metro.

Plagio

SANTIAGO.- Ya es una tradición dentro de los certámenes literarios de nuestro país, entre los que sobresale por las características que lo han transformado en un evento particular en su tipo masivo y, tal vez, el más democrático entre los concursos del género.

"Santiago en 100 palabras" —el concurso que organizan revista Plagio, Minera Escondida y Metro de Santiago— eligió a los ganadores de su octava versión.

El ganador se llevó un millón de pesos, la misma suma que se adjudicó el favorito de los internautas en el llamado "Premio del público", elegido por 15.972 personas que votaron. Para el tercer y cuarto lugar hubo premios de $500 mil y $250 mil, respectivamente.

todos los cuentos premiados serán exhibidos en trenes y estaciones del Metro, y fueron impresos en 45 mil calendarios de bolsillo, 5 mil calendarios de escritorio y 5 mil magnetos ilustrados por el colectivo "Siete Rayas". Asimismo, quedarán estampados en 15 mil menús de calendarios que se distribuirán en 20 cafés de la ciudad.

El criterio de selección del jurado —ntegrado por Alejandro Zambra, Roberto Fuentes y Carmen García— apuntó este año a elegir cuentos que transmitieran las representaciones, imágenes y sentir cotidiano que los ciudadanos comunes y corrientes tienen con respecto a su ciudad.

La ceremonia de premiación, se llevó a cabo en la Plaza de Armas de Santiago esta tarde, y la principal novedad la aportó la Banda Conmoción, que musicalizó los cuentos finalistas.

Centos ganadores

Primer Lugar: "Adrián y yo"

Con Adrián vivimos en el centro. Me hace reír mucho. Está convencidísimo de que es un asesino en serie. "Soy un roba almas", dice mientras nada inquieto de un lado a otro en la pecera que le compré. Últimamente está muy callado. Intenté hacerle cariño, pero inmediatamente comenzó a dar saltitos acrobáticos queriendo morderme algún dedo. Se cree piraña. Un domingo lo vi devastado, así que disolví 1/4 de fluoxetina en su agua y me tomé otra pastilla yo. Estuvimos toda la tarde mirando fijo por la ventana, tarareando canciones en inglés. Es que a veces nos sentimos muy solos.

Paloma Amaya, 25 años, La Reina

Segundo lugar: "Los albañiles"

Se mira las manos sucias y partidas antes de caminar hasta la baranda del andamio. Está en la punta del edificio. Durante un rato observa la ciudad abrazada por la nube de esmog. Luego ve emerger las siluetas de las construcciones aledañas. Y al cabo de un momento, desde la cumbre de una de ellas, observa el destello de la luz del sol rebotando en un pequeño espejo que sostiene un hombre en su mano. Es la señal convenida.

Renard Betancourt, 57 años, Ñuñoa

Tercer lugar: "Tarde al circo"

Un payaso harapiento caminaba por la berma en el sentido contrario de la autopista. En su mano llevaba un bidón y tenía las manos manchadas con grasa. Su cara pintada de blanco hacía resaltar una nariz roja y grande. Desde la ventana de un auto un niño lo vio pasar. Esa noche no pudo dormir. Se quedó pensando qué le hacían a los payasos si llegaban tarde al circo.

Rodrigo Fernández, 23 años, Vitacura

Premio al talento Joven: "Pingüinos"

Comenzó de forma discreta: un copo de nieve en el torniquete, otro sobre la línea amarilla. Poco a poco tanto los vagones como los andenes se llenaron de cuerpos negros y manchas blancas. Un día se tomaron un tren. Había al menos quince decenas de ellos. Cubrieron el piso de hielo e idearon un sistema para que nevara con un aroma distinto en cada vagón. Cuando tomaron posesión de la línea completa trajeron al festejo un par de osos polares. Regalaron patines en caja y hubo todo el día helado gratis. Fue la mejor revolución pingüina que haya visto.

Emilia Díaz, 17 años, Ñuñoa

Premio del público: "Intimidad pasajera"

Se llama Juana Catrilqueo Peña. Nació hace 63 años en Mantilhue, una localidad rural ubicada a 70 kms de Osorno. A los 15 se vino a Santiago a trabajar como nana. Tuvo un hijo que murió atropellado en la Alameda el año 86. Desde entonces vive sola en una pieza que arrienda en Quilicura. Es callada, sigilosa y muchas veces pasa desapercibida. Viaja en micro todos los días a la casa de sus patrones y aprovechándose del tumulto y los apretones de una intimidad obligada, acurruca su cabeza en el hombro de otro pasajero sin que nadie se dé cuenta.

Gonzalo Andrade, 26 años, La Florida

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