Cuando estos son días en que los discos de villancicos de Cecilia Echenique vuelven a dominar los rankings de ventas y la familia quiere sumergirse en el espíritu navideño más convencional con 34 grados celsius a la sombra, no todo parece ser tan lineal en los repertorios al Niño Dios. Fabiola Moroni es una cantante desconocida aquí porque ha pasado buena parte de su vida en la ciudad alemana de Hannover, donde se adiestró en lenguajes del jazz vocal, siendo que se inició muy joven como cultora de repertorios folclóricos.
De esos dos lados -jazz y raíz folclórica- se obtiene un tratamiento especializado en los villancicos de este Navijazz, un disco elaborado con los materiales simples y nobles que acostumbran a utilizar estos músicos: maderas, metales, cuerdas, vientos, armonía, melodía y ritmo. Ninguna de las canciones aquí está interpretada al pie de una norma rígida de estilo. No lo hizo David Bowie junto a Bing Crosby en 1977 en el empaste de “Peace on earth” con “The little drummer boy”, menos ahora Fabiola Moroni, que traduce al castellano esta última canción e incluye guitarras country-blues sobre un sólido fondo de trío de jazz con piano, contrabajo y batería. “El tamborilero” es así de libre, igual que “Blanca Navidad”, de Irving Berlin, que le compite a “Noche de paz”, del alemán Franz Gruber, como el vallancico número uno del cancionero mundial, tocado ahora sobre un fondo jazzy de interesantes testeos al paladar.
Ritmos diversos pueblan este disco, casi un mapa regional, o semi regional, donde Moroni y el contrabajista, arreglador y productor del álbum Nelson Arriagada, recuperan villancicos de diversas latitudes como un muestrario. Una canción argentina con melódica (“La peregrinación”), un clásico español (“Beben y beben”), un joropo navideño venezolano (“La burriquita”) y hasta una reinterpretación de la tradicional “Navidad navidad” (“Jingle bells”) a fulminante ritmo playero brasileño. Entre esas canciones hay tres tradicionales chilenos más: “Ronda de la estrellita” (que también grabó Cecilia Echenique), “A las doce de la noche” y la magnífica “Señora doña María”. Fabiola Moroni tiene una voz equilibrada y realiza una interpretación prudente: no son tiempos para el alto riesgo. Hace ingreso en el disco después de su estada en Alemania con estos villancicos folclóricos alternativos al repertorio norteamericano, tocados por una elegante agrupación de jazzistas y dedicado a una frágil violinista que debió partir antes de tiempo.
—Iñigo Díaz