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El podio es de Francisco Rettig

El director nacional volvió a liderar a la agrupación clásica. Pero fue un remate de 2008 con altos y con bajos: la orquesta ha tenido tal trajín este año que ya se nota cansada.

18 de Diciembre de 2008 | 11:19 |
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Rettig, apellido de conductor. El chileno volvió a liderar a la Sinfónica.

El Mercurio

Francisco Rettig, el destacado director chileno, volvió a dirigir la Orquesta Sinfónica de Chile en el programa 26 de la temporada 2008. Pareciera que la orquesta está evidenciando el cansancio de la larga temporada, que ha incluido también conciertos fuera de Santiago, y una buena cantidad de aquellos llamados “de extensión” en diversas comunas.

La “Obertura sobre temas rusos” de Nicolai Rimski-Korsakov, con que se inició el concierto, mostró a la orquesta dueña de un sólido y hermoso sonido en una versión en la que Rettig destacó muy bien los diversos temas de muy diferente carácter. Esto significa cambios de tempi y dinámica que fueron logrados en forma estupenda por el director y sus dirigidos. En esta obra el auditor podría caer en la trampa de pensar que las mismas melodías que también están presentes en otras obras de Tchaikovsky y Mussorgsky, deberían sonar igual que en tempi y dinámica. Ése es un error pues Rimski-Korsakov los marca de otra forma. Lo importante es que al final los cálidos aplausos del público premiaron con justicia la estupenda versión.

Luego, Marcelo González tuvo un menudo desafío al interpretar pocas semanas después que un joven violinista también de la sinfónica interpretara en forma magnífica el mismo “Concierto para violín y orquesta en Re menor” de Aram Khachaturian. Las comparaciones podrían ser obvias, pero eso no procede ya que se trata de dos versiones muy diferentes entre sí.

En ocasiones anteriores hemos criticado los problemas de afinación en el solista. Ahora es importante destacar los avances que el violinista ha conseguido en este aspecto. De la versión diremos que el segundo movimiento, “Andante Sostenuto”, fue entregado en forma musical y expresiva, contando para ello con la colaboración de cada uno de los músicos de la orquesta. El carácter de esta parte fue muy bien captado por González realizando magníficos diálogos con la sinfónica.

En el primer movimiento se evidenciaron algunos problemas debido a la velocidad y fuerza con que debe ser interpretado. En varias secciones el solista se atrasó y algunas frases no fueron totalmente afinadas. En la cadenza, de monumentales desafíos técnicos, su interpretación adoleció de fallas importantes. Luego, en la sección final, el solista mejoró mucho en cuanto a tempi y carácter. El tercer movimiento fue tocado con gracia y hermoso sonido y González, ya más tranquilo, pudo mostrar su musicalidad. Rettig y la orquesta fueron la contraparte precisa  para el éxito de esta parte.

El concierto finalizó con la “Sinfonía N° 8 en Fa, op. 93” de Ludwig van Beethoven. En ella el autor vuelve a mirar hacia el clasicismo, ya que se trata de un homenaje a su amigo Maelzel, quien le fabricó algunas de las trompetillas acústicas que Beethoven se vio obligado a usar. Incluso en su segundo movimiento el autor pone a la manera de homenaje el tema de un canon que escribiera jugando sobre la onomatopeya del sonido del metrónomo, que el mismo Maelzel había inventado.

Pensamos que la versión abusó del sonido grueso y de los golpes en vez de acentos, mientras que los piano fueron muchas veces tan leves que perdieron sustancia, podemos decir que en general se abusó de los forte y pianissimo, desperfilando en general sus movimientos. En el tercer movimiento aparecieron mucho mejor las voces, no obstante debemos destacar la notoria falla del corno en el trío, mientras que en las maderas, y en particular el clarinete, tuvieron una destacada y musical participación. El cuarto y final fue sin la  tensión necesaria y se desarmó en algunos momentos. Un concierto con altos y bajos, los que fueron salvados por la musicalidad de los músicos.

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