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Se cumplen 25 años de la muerte de Joan Miró

Fue uno de los artistas internacionales más importantes del siglo pasado. Su obra fue decisiva para muchos de los que lo siguieron. Y su carrera artística transcurrió en parte en el extranjero, como en el caso de otros grandes del arte español.

23 de Diciembre de 2008 | 11:12 | DPA
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''El nacimiento del día III''

EFE
MADRID.- "Que mi obra sea como un poema puesto en música por un pintor". En esa frase suya podría resumirse el lema que el español Joan Miró adoptó en su vida. El jueves se cumplen 25 años de la muerte de uno de los grandes genios del surrealismo, que sorprendió a media tarde a una España que celebraba la Navidad.

"Desaparece uno de los héroes de la pintura del siglo XX", lamentó el poeta Rafael Alberti. La pérdida de uno de los grandes maestros del surrealismo suscitó también pesar fuera del ámbito de la cultura y de las fronteras de su país.

Y es que Miró fue uno de los artistas internacionales más importantes del siglo pasado. Su obra fue decisiva para muchos de los que lo siguieron. Y su carrera artística transcurrió en parte en el extranjero, como en el caso de otros grandes del arte español.

Dibujos, pinturas, grabados, litografías, esculturas, collages, tapices, Miró cubrió todos los campos de la expresión plástica, en la que siempre mantuvo una íntima relación con el campo catalán y las tierras mallorquinas, retratando sus objetos y colores.

Su obra fue precursora, luminosa y universal y en ella apeló a los elementos primordiales de la condición humana. Influido en sus inicios por el impresionismo, el expresionismo, el cubismo y el futurismo, configuró después un lenguaje rigurosamente personal, que algunos consideran uno de los más personales del arte moderno.

André Breton lo calificó como "el más surrealista de todos nosotros". Pero lo cierto es que él nunca se sintió plenamente surrealista. "Siempre me he preocupado mucho de la construcción plástica, y no sólo de las asociaciones poéticas. Esto es lo que me diferencia de los superrealistas", dijo. Pese a ello, firmó el manifiesto de 1924.

Tenía 90 años cuando murió en su casa de Mallorca, una tierra a la que el barcelonés estuvo íntimamente ligado. Dos años antes había sufrido una embolia cerebral y desde entonces los problemas de salud, que aparecieron ya en los años 70, le habían ido golpeando cada vez con más fuerza.

Su entierro, en el panteón familiar en Barcelona, no pudo ser como a él le habría gustado. "Deberá ser hecho con toda simplicidad, suprimiendo absolutamente cualquier carácter oficial", escribió en sus últimas voluntades, que tenía listas desde 1971. "No se anunciará la hora de mi entierro".

Pero las muestras de condolencia llegaron por miles y la Generalitat, el gobierno regional de Cataluña, abrió una capilla ardiente. La discreción de sus amigos y familiares, que quisieron cumplir con las últimas voluntades del pintor, contrastó con una presencia oficial notoria en el entierro y el funeral.

Miró nació el 20 de abril de 1893 en el casco antiguo de Barcelona. Su padre era artesano joyero. La familia materna era mallorquina. Realizó estudios comerciales y sus reiteradas malas notas convencieron a sus padres de que lo mejor era que dejase de estudiar. Trabajó como contable en una droguería y luego entró en una academia de arte de Barcelona. Por aquel tiempo, un virus tifoideo lo tuvo un año convaleciente.

A los 22 años, Miró ya había abierto su primer taller, pero su primera exposición, en 1918 en Barcelona, fue un fracaso. Eso sí, un año después ya estaba en París. Conoció a Picasso, Tristan Tzara, Max Jacob... Fue en ese tiempo, durante una de sus estancias en Mont- Roig, Tarragona, de donde era su familia paterna, cuando comenzó a pintar una de sus grandes obras, "La Masía", un cuadro que le compró después el escritor Ernest Hemingway por 250 dólares.

En 1925 triunfó en París y ahí comenzó la proyección mundial del artista. El MOMA le compró obras, expuso en Nueva York y en la Exposición Mundial de París de 1937 expuso "El segador (Payés catalán en rebelión)", junto al "Gernika" de Picasso y la "Fuente de mercurio" de Alexander Calder.

La Guerra Civil (1936-1939) lo mantuvo exiliado primero en París y luego en Normandía. Pero un bombardeo alemán en 1940 lo hizo regresar a España durante la dictadura de Francisco Franco y allí emprendió un exilio interior: trabajó en su arte sin llamar la atención y mientras expuso en ciudades como Nueva York y París.

"Se dan muy pocos casos en los que coincida el verdadero artista con el verdadero hombre y Miró fue uno de estos extraños casos", dijo de él el escultor Eduardo Chillida.
"Me ha repetido ya varias veces, siempre con una sonrisa en los ojos, que su última palabra de moribundo será: Merde!", explicó su nieto David poco antes de su muerte, hace ahora un cuarto de siglo, en una tarde de Navidad.
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