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Siempre con la izquierda

Fue un concierto temático, dedicado a líneas de aproximación a los movimientos surrealista y dadaísta, pero que no recogió lo mejor de la música francesa. No obstante, ahora sí, la Orquesta Filarmónica de Santiago y a su director Jan Latham-Koenig, alcanzaron cotas de gran altura en su presentación.

27 de Marzo de 2009 | 11:52 |
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La pianista rusa Katya Apekisheva desplegó gran musicalidad en su versión del concierto de piano para una sola mano. La izquierda.

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Jan Latham-Koenig volvió al frente de la Orquesta Filarmónica de Santiago haciendo olvidar las dudas en cuanto a sonido que nos quedaran luego de su primer concierto. Un director inspirado en casi todas las obras y una orquesta que retornó al homogéneo y hermoso sonido de costumbre. A pesar que tenemos algunas diferencias con la versión de algunas de las obras presentadas, es indudable que se contrastaron con la calidad sonora y la entrega incondicional de la orquesta.

El programa se enfocó casi en su totalidad a obras muy afines al Surrealismo y al Dadá, movimientos que desde su germen fueron contestatarios, burlándose a veces con sarcasmo de la sociedad de ese tiempo, alejándose concientemente de cualquier patrón que pudiera parecer formal.  A esto debemos agregar que como toda corriente emergente, sumó a su estética la entusiasta colaboración de los más grandes intelectuales de la época, entre ellos Dalí, Picasso, Breton, Cocteu, Lorca, sólo por nombrar algunos.

De las tres obras que presentaron de Erik Satie, su música para el ballet “Parade”, que inició el programa, resulta ahora demasiado extensa y con escasa originalidad. Su interés radica en una enorme cantidad de instrumentos informales que se utilizan en alternancia con los tradicionales. A modo de ejemplo: máquina de escribir, tiesto de agua con sopapo incluido, carillón de botellas, balazos, palmas, y una estridente y desagradable bocina entre varios más, los que interactúan con mayor o menor fortuna en la obra. Creemos que en la actualidad la obra perdió vigencia, a pesar de la profesional versión ofrecida.

Las dos “Gimnopedies” (N° 1 y N° 3), también de Satie, que fueran orquestadas magníficamente por Claude Debussy, recibieron una interpretación del más alto nivel. Fue transparente, musical y con excelentes planos sonoros, creando una atmósfera poética coherente con la del original, escrito para piano solo.

Con una sola mano

La primera parte concluyó con hermoso y difícil “Concierto para la mano izquierda, en Re mayor” de Maurice Ravel, que contó como solista a Katya Apekisheva, solvente pianista rusa, que realizó una interesante y musical versión. Sus diálogos con la orquesta, muy bien guiada por Latham-Koenig, crearon lúgubres o luminosas atmósferas. La interpretación tuvo momentos realmente brillantes y si bien los balances en general fueron cuidadosos, durante los forte esto se perdió, por lo que el sonido del piano desapareció. En contrapartida debemos destacar el manejo de los contrastes dinámicos de Apekisheva, de gran musicalidad y eficacia. Ante la exigencia del público interpretó como encore, un Brahms distante y casi frío.

En la segunda parte se incorporó al escenario una pantalla gris donde se proyectó un filme surrealista de René Claire, al tiempo que se interpretaba el “Entreacto del ballet Reláche”, también de Satie. Es una obra plana y reiterativa, con incesantes ostinatos, que habría pasado sin pena  ni gloria, si no hubiese contado con la película como elemento adjunto. A pesar de todo, una vez más se contó con la respuesta altamente profesional de la orquesta.

Finalizaron con “El Buey sobre el Tejado” de Darius Milhaud, catalogada por su autor como “Fantasía surrealista”. Fue pensada originalmente como música para el cine, pero a la postre terminó siendo música para ballet. Ahí Milhaud realiza un personal acercamiento a la música brasilera, utilizando una variedad de ritmos y melodías conectadas con un tema recurrente (rondó).

La versión de Latham-Koenig fue flemáticamente rápida en muchos fragmentos, exigiendo bastante a sus músicos, que respondieron estupendamente. En este caso, también creemos que la obra acusa el paso del tiempo: se hace larga y con pocas novedades melódicas o rítmicas. En resumen un concierto temático, que no recogió lo mejor de la música francesa, pero que hizo brillar nuevamente a la Orquesta Filarmónica de Santiago y a su director. 
   

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