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Anormal

02 de Junio de 2009 | 02:28 |

Será efecto de una proliferación de grupos de rock en los últimos años en Chile, el hecho es que hasta una vieja oficina salitrera pampina da para un alcance de nombres y para precisar que el rock de tintes folk de Los Humberstones es muy distinto del rock de tintes pesados de Humberstone, aunque sean dos grupos de la misma época. Hecha la distinción, Los Humberstones tienen sobre todo un sonido ligero y melódico, al igual que coetáneos como Usuales, Los Cosmoparlantez o Fother Muckers, pero con un sello distinto para tocarlo. Un sello de viejo cuño.

En su segundo disco después de Los Humberstones (2007) este grupo parte con guitarra acústica y otro instrumento de cuerda entre mandolina y ukelele antes de enchufarse a la corriente eléctrica, con el peso de la batería y el santo y seña siempre tradicional de una armónica. Y en adelante van a predominar esos sonidos añosos. "Disminuido" anda entre folk rock y blues, "Blues del desadaptado" es de hecho un blues ligero tocado con guitarras rocanroleras y "Poco tiempo" es la clase de bolero que Los Tres tocaron en "Amor violento". El corazón melodioso de Anormal está al medio, entre "Manhattan" y "La verdad", dos de las mejores canciones, para avanzar luego al tono juguetón de "Divagación temporal" y a "Me voy", canción ambiciosa en dos partes, con introducción de piano y clímax rockero.

La producción del cantante y compositor Leo Quinteros es una garantía para este disco. Y la afinidad que tienen con él Los Humberstones se nota, por ejemplo, en letras como "Tenemos una mesa redonda, pero no somos caballeros" o "Pasaron ya los años '70 y todavía estamos de duelo". O en el destino común de que Quinteros fuera en algún comienzo comparado con Charly García antes de tapar esas bocas a medida que siguió sacando nuevos discos, mientras hoy canciones de Los Humberstones como "Disminuido" y "Llamando y contando" efectivamente tienen algo de los Sui Generis más rockeros, los de "El fantasma de Canterville", por ejemplo. Una atracción propia en cambio es la presencia de dos cantantes simultáneos, que se turnan canciones, estrofas y hasta versos de por medio, mientras uno toca guitarras y el otro pianos y teclados: una dupla exclusiva que hace la diferencia.

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