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A contramano

01 de Agosto de 2009 | 19:11 |

Fue conocido primero gracias a la cueca, como integrante de algunos de los primeros nuevos conjuntos que recuperaron el gusto por esa tradición. Pero Ignacio Hernández deja inscrito en su primer disco un interés múltiple por las diversas expresiones posibles del acordeón que ya había manifestado por años en conciertos y viajes.


La variedad de estilos es un rasgo. La composición "Adiós, Rabanito", además de un tributo al legendario acordeonista chileno Rafael Rabanito Berríos, es hot jazz al modo del también legendario guitarrista belga Django Reinhardt, y está bien secundado por Cristóbal Gómez (guitarra), Pablo Menares (contrabajo) y Félix Lecaros (batería), solventes jazzistas. En general son repertorios tomados de los años que Hernández dedicó a estudiar acordeón con maestros de Brasil y Francia. La acelerada "Argento vivo" y "Pietro's return" son del acordeonista italiano Pietro Deiro, célebre en EE.UU. en los vodevilescos años '10 del siglo pasado. "Dizzy fingers", bien titulada, es una ágil pieza de Edward Elzear Zez Confrey, un compositor estadounidense de la era de los pianos alocados por gente como Jelly Roll Morton, Fats Waller y Scott Joplin al ritmo del ragtime. "Apanhei-te cavaquinho", que significa "te atrapé, cavaquinho", es una composición muy parecida al popular choro "Tico tico no fubá" que cantaba Carmen Miranda, del compositor carioca Ernesto Júlio Nazareth, contemporáneo a su vez del ragtime y llamado de hecho el "Scott Joplin brasileño".


Sobre todo está presente aquí el género tradicional de la musette, una forma de vals francés popular de la vieja guardia de ese país junto a otros bailes como el bastringue y la java. "Reine de musette", del autor Jean Peyronnin, y el vals "Indifférence", del compositor italiano Tony Murena, figuran como títulos habituales en los repertorios de ese género, y "Aubade d’oiseaux", de Michel Péguri y Louis Michaud, parece justo la cruza entre el vals musette y el hot jazz: allí el guitarrista Cristóbal Gómez, también educado en Chile y Francia, ducho en ese ritmo caliente y de hecho autor de un reciente disco de tributo al especialista chileno Panchito Cabrera, esboza su admiración por Reinhardt. Hay además dos canciones mucho más universales, entre "Uno", tango de Discépolo, y el pasodoble "España cañí", de Pascual Marquina, y en general llama la atención la opción de Ignacio Hernández por las viejas guardias, marcadas por tres autores al azar: el brasileño Ernesto Nazareth (1863-1934) y los italianos Pietro Deiro (1888-1954) y Tony Murena (1917-1970). A contramano es una puerta abierta a un repertorio pocas veces abordado, y con énfasis en canciones no obvias.

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