EMOLTV

Temporada de vibrantes montajes

Con esta presentación en el Teatro Oriente de la capital se despidió de la vida pública la maestra Sylvia Soublette.

03 de Agosto de 2009 | 14:23 |
imagen

Sylvia Soublette en una imagen capturada en 1969.

El Mercurio

Desde un tiempo a esta parte Santiago se ha convertido en una ciudad en la que la oferta en ópera es bastante prolífica, variada y de calidad. Un dato: sólo en el primer semestre de 2009 se han estrenado dos óperas barrocas, “Orfeo” de Monteverdi y “El triunfo del honor” de Alessandro Scarlatti, más dos contemporáneas “Viento blanco” del chileno Sebastián Errázuriz y “Lady Macbeth” de Shostakovich. “El Rapto en el Serrallo” de Mozart, por ejemplo, se presentó ante seis mil personas en la Plaza de Armas, y la romántica “Traviata” de Verdi además de Tristán e Isolda” de Wagner, han sido patrocinadas por la Universidad Católica, el Instituto Cultural de Providencia, Santiago a Mil y el Teatro Municipal. Todo un record, que ha encontrado una estupenda respuesta de público.

Ahora se realizó en el Teatro Oriente el estreno de la ópera de Alessandro Scarlatti “El triunfo de honor”, que contó con la dirección musical de una de las artistas más fundamentales en la difusión de la música en nuestro país. Nos referimos a Sylvia Soublette, que con esta puesta en escena quiso marcar su retiro de la vida musical pública.

Para ello contó con la inteligente régie de Carmen Barros, quien logró mover coherentemente a los personajes en el estrecho escenario -un tercio del espacio lo ocupó la orquesta-, y consiguió éxito con los cantantes más experimentados: actuaron con gran soltura en esta comedia de enredos. La escenografía de Cristián Zurita fue muy hermosa a la vez que funcional. Así tambuién ocurrió con el vestuario de Carolina Monge, la bastante correcta iluminación de Fernando Córdova y las coreografías y pantomimas de Magnus Rasmussen. El artista además bailó junto a su hermana Helga Rasmussen. Su trabajo fue de excelencia, con precisión absoluta y gracia.

La orquesta formada por catorce músicos tocó sin un director concertador, lo que se convirtió en un grave problema, pues el pulso fue poco preciso y desperfiló los fraseos. Los esfuerzos de Hernán Muñoz -experimentado en música barroca- por marcar los pulsos tuvieron poco éxito, ya que lo hacía desde su atril y los músicos le veían con dificultad. Es indudable que para tocar sin director resulta necesario hacerlo durante mucho tiempo juntos, además  de conocer en profundidad las obras que interpretan. Estos aspectos no se dieron. Incluso, producto de la inseguridad, tuvieron algunas desafinaciones que no corresponden a la calidad de los intérpretes.

Los momentos más sobresalientes fueron cuando tocaron en grupos de no más cuatro integrantes. El “bajo continuo” de Alma Campbell y Fernando Bravo en clavecín y guitarra barroca acompañaron en pocos momentos en el tempo correcto. Creemos que estas imperfecciones se debieron a la escasez de ensayos.

Voces de distinto nivel

Las voces fueron preparadas por Carmen Luisa Letelier, cuyo trabajo fue evidente en la seguridad de los cantantes. No obstante quedó en evidencia las diferencias de experiencia entre unos y otros. La juvenil contralto María Teresa Domínguez fue Leonora y cantó con hermosa voz, pero su actuación fue muy poco convincente. Desplante y solidez vocal observamos en la soprano Carolina Grammelstorff, que encarnó a Doralice. Rosina fue cantado por la experimentada contralto Carmen Luisa Letelier y sin duda apuntó otro de los momentos de excelencia con gran manejo vocal y estupenda escena. Muy sólida en voz y actuación estuvo la solvente soprano Jeannette Pérez.

Hermosa voz y soltura en la actuación fueron las características del tenor Gonzalo Araya, que sólo se vio complicado en la afinación durante la escena en debe cantar apoyado en el suelo. También fue evidente la experiencia del barítono Esteban Sepúlveda, que se adueñó de su personaje el Capitán Bombarda. Así mismo fue evidente la experiencia del tenor Isaac Verdugo, que con hermosa voz y una divertida actuación dio vida a Flaminio. Por último destacaremos la soltura y musicalidad del barítono Cristián Moya, quien enfrentó su personaje Herminio.

En resumen, una hermosa obra que con su cuidadosa presentación sirvió para despedir a Sylvia Soublette, uno de nuestros personajes musicales de mayor importancia y que hizo gozar al público asistente al Teatro Oriente.