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Sol que no ha parado de alumbrar

Treinta y dos años cumple el más persistente escenario santiaguino para las diversas expresiones culturales independientes y autogestionadas. Es el Tallersol, alguna vez hogar de gente tan diversa como Felo y Pánico, que este sábado celebra su aniversario.

28 de Agosto de 2009 | 22:23 |

Apareció en agosto de 1977 en un barrio céntrico de Santiago bajo el llamado de Taller Sol, y hace unos pocos años cambió a Tallersol. Pero más allá de las nomenclaturas, el nombre ha designado durante los últimos 32 años al más perdurable de los lugares dedicados en la capital a las diversas expresiones artísticas independientes, desde la música hasta el teatro o el cine entre otras.

La música es un barómetro elocuente: entre cantautores del movimiento del Canto Nuevo en los años '70 y bandas de diversas corrientes del punk entre los '90 y nuestros días se han subido a los sucesivos escenarios que el Tallersol ha tenido en este tiempo. Y una muestra de esas diversidades es la que habrá este sábado en la celebración del nuevo aniversario de este espacio.

-Va a haber música, algunas de las bandas que tocan en el taller, gente de teatro, pero lo principal son los 32 años, independientes de qué banda haya -dice el artista visual Antonio Kadima, fundador y gestor del lugar hasta hoy-. Vamos a preparar una paila marina para los amigos que vengan, y habrá espacio para conversar y bailar, en un lugar relajado donde la gente va a hacerse cariño.


La trangresión cotidiana


El nuevo aniversario coincide con la flamante sala que el taller acaba de inaugurar en calle Compañía 2085, contigua a la sede previa de Compañía 2131, donde siguen operando la librería Lunita, la biblioteca, el centro de documentación, los talleres y un café. La nueva sala ya es destinada a música en vivo los viernes y sábado, y dentro de tres meses más será estrenada como sala de teatro.

-¿Se pueden distinguir algunas etapas en estos 32 años del taller?
-La primera etapa es en dictadura, en la que el lugar nace como una necesidad de protección, de cobijarse, para una serie de artistas que se habían quedado sin espacios, tratando de que la repre no los pillara -dice Kadima-. El Tallersol nace con mucha disposición al resguardo, a ser un lugar donde poder hacer cosas sin censura.

-Es una época en que aparecen varias peñas en Santiago. ¿Eran parte de algo en común con ustedes?
-En parte sí, pero las peñas estaban bastante teñidas políticamente, y nosotros queríamos un espacio no teñido por lo partidario. Y sobre todo queríamos una mirada más abierta y transgresora, no un arte comprometido pasivo, sino activo, de personas involucradas en el proceso.

-¿Qué artistas recuerdas de ese primer tiempo en torno al taller?
-En el primer Taller Sol trabajaron el escultor Lautaro Labbé, la dramaturga Isidora Aguirre, uno de los fundadores fue (el escritor) Luis Sepúlveda... Además del canto tradicional y el folclor al abrimos la puerta al rock. Fuimos un colectivo de treinta y tantas personas, fundamentalmente de la gente que no se fue al exilio, que tuvo que enfrentar el día a día, pensar en lo cotidiano, vivir la vida a concho. Yo quedo aquí y sigo con lo mismo, vivo día a día.


Al filo de la navaja


Kadima es el único que permanece de esa primera generación. Y ya desde antes había dado sus primeros pasos en este campo, como organizador de un elenco llamado Camino de Lluvia en la capitalina Plaza Egaña, donde recuerda haber reunido en 1974 a grupos rockeros de la época como Tumulto o Millantún con lecturas de poesía.

-Yo mismo leía poesía en los intermedios de Tumulto -rememora-. Ésa es la prehistoria del Tallersol, cuando creamos esos musicales del domingo que estuvieron entre tres y seis meses. Fue la primera vez que pusimos instrumentos que estaban prohibidos, como la quena y el charango, y los escondimos un poquito con la música rock y con la poesía.

Tras una primera sede en calle San Martín 657 entre 1977 y 1979, el lugar fue trasladado al barrio Matta, primero en Avenida Matta 1425 hasta 1982 ó 1983, y luego en calle Arturo Prat hasta 1993. En ese año el Taller se movió de nuevo, esta vez a la casona de calle Agustinas 2085, en pleno barrio Brasil, casi en paralelo con la actual casa de calle Compañía, que estuvo activa hasta hace unos tres años atrás, calcula Kadima.

Es la etapa correspondiente a la generación de bandas rockeras que encontraron a su vez un lugar en el Tallersol, entre las que el propio gestor menciona algunas de las primeras actuaciones de bandas de ska o de punk rock como Santiago Rebelde y Los Miserables.

-Tuvimos un espacio de mucho punk en la casa anterior, porque abríamos las puertas, los grupos llegaban y aprendimos con ellos. Fue algo fuerte que impregnó todo, que nos dejó bastante informados y nos educó harto. Eso dura hasta hoy, en este momento estamos llenísimos de gente joven que ha traído un pensamiento nuevo, pensamiento homosexual, indigenista. Seguimos viviendo al filo de la navaja, pero todo eso también se ha sumado.

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